sábado, 2 de diciembre de 2006

Laura Restrepo, Dulce compañía

Después de leer Leopardo al sol, continué con esta obra de la colombiana Laura Restrepo. Creo que leer dos novelas de un autor, en este caso autora, nos permite observar más a detalle su mundo literario y sus propios recursos para contar y resolver historias.

A esta lectura de Dulce compañía bien le podría llamar la de “la transición”, pues la inicié el 27 de noviembre y la concluí la noche del 1 de diciembre. Es decir, los últimos días del sexenio de Fox y el primero de la presidencia de Calderón.

En algunos momentos, el telón de fondo de mi actividad lectora fue la pantalla del televisor con la tribuna de la Cámara de Diputados tomada por las huestes panistas y perredistas. Así la realidad y la fantasía se mezclaron dos veces: una marcada por la vida política de México y la otra por la lectura de esta Dulce compañía.

Una reportera (Mona) nos cuenta en primera persona su aventura para realizar su trabajo periodístico sobre un ángel aparecido en Galilea, barrio marginal en Santa Fe de Bogotá. Pero la historia traspasa la investigación periodística y se convierte en una aventura de amor entre ella y el mismísimo ángel caído, al parecer, del cielo. Así, el relato adquiere un tono mágico que es resuelto con maestría y credibilidad por la pluma de Restrepo.

Las acciones de los personajes: la propia reportera, el ángel sin nombre aparente, Orlando, el padre Benito, Ara, sor Crucifija, Sweet Baby Killer, Marujita de Peláez, Chofa y Rufa Muñis, Ofelia y la existencia de Damaris, producto del acto amoroso entre Mona y el supuesto ángel, le dan a la historia la explicación combinada entre fanatismo religioso y la realidad marcada por la vida difícil en un barrio bajo bogotano, dominada por la delincuencia, el narcotráfico, la guerrilla y la pobreza.

Indudablemente, los recursos de Restrepo la colocan en un lugar muy especial dentro de las escritoras hispanoamericanas, aunque, en su caso particular, cada escena narrada nos demuestra cuánto le debe al mundo mágico y real maravilloso de su paisano y maestro García Márquez.

J. Antonio Galván P.
Tláhuac,
2 de diciembre del 2006

lunes, 27 de noviembre de 2006

Laura Restrepo, Leopardo al sol

El feriado del 20 de noviembre comencé la lectura de esta novela, la concluí una semana después: el 27. Es la cuarta que leo de Laura Restrepo, y reafirmó en mí a la magnífica escritora que descubrí en Delirio, que me maravilló en La isla de la pasión y que me llenó de placer lector en La multitud errante.

En este Leopardo al sol, la colombiana nos presenta la historia de dos familias del desierto: los Barragán y los Monsalve, familias con lazos sanguíneos que se enfrascan en una venganza perenne que sirve de hilo conductor a esta historia.

Los parientes enfrentados deben abandonar el desierto. Unos se van a la ciudad y otros al puerto. La grandeza económica de ambos, producto de las actividades ilegales en una Colombia que se empieza a desarrollar en el arte del narcotráfico, sólo tiene como objetivo su autodefensa y el exterminio de los contrarios. Más que la sangre derramada y la muerte que habita en cada página de la obra, se rescatan los recursos de la autora para contarnos una historia a muchas voces. El relato del narrador objetivo es acompañado, aclarado o adelantado por las voces anónimas de los vecinos o de los testigos de esa lucha cruenta entres los Barraganes y los Monsalves.

Los personajes y la historia adquieren tintes garciamarquianos: la fuerza y la rudeza de los hombres sólo se explica a la luz de la fuerza, la rudeza, el instinto y el amor de las mujeres. Ante nuestros desfilan los Barraganes: Nando, Narciso, Raca, Arcángel, la Muda, la Mona, Severina…; los Monsalves: Adriano, Mani, Frepe…; y los otros, los que le dan consistencia y razón de ser o no ser al destino descrito por el Tío: Milena, Marco Bracho y su viuda Soledad, Alina Jericó, el abogado Méndez, Roberta Caracola, Fernely, Melba Foucon, Willi Quiñones, el Bacán…

Una historia digna de ser leída, producto de la pluma magistral de la Restrepo que en las últimas líneas descorre la cortina de su hacer literario: la gratitud a Gabo “…porque su genio medio nos aplasta, medio nos ilumina”. En este caso, la luminosidad es total.

J. Antonio Galván P.
Tláhuac
27 de noviembre del 2006

martes, 21 de noviembre de 2006

Eduardo Montagner, Toda esa gran verdad

Entre el 8 y el 18 de noviembre leí esta novela. No había leído nada de este autor, es más, ni sabía de su existencia.

Una mañana me encontré esta obra con el librero que de vez en cuando toma uno de los pasillos de la UPIITA y lo inunda con sus libros técnicos y nos ofrece unas cuantas gotas de literatura.

Leí en la cuarta de forros: “Descubrí otra vez que me aterraba la posibilidad de ser en el fondo heterosexual”. Supuse, entonces, que la historia era sobre la vida de un homosexual. No me equivoqué.

Dejé que Carlo en primera persona me contara parte de su vida, quizá el trecho más significativo de su existencia. Ése que estuvo marcado por su enamoramiento hacia Paolo y su lucha interna, primero, y luego, externa, con su fetichismo. Dualidad que marca el hilo trenzado de la novela.

La vida de Carlo adquiere aires estoicos en un ambiente dominado por una especie casi natural de machismo: Belmondo, un pueblo de vaqueros enclavado en un provincia innombrada (quizá Puebla, por ser el estado de origen del escritor).

La obra nos relata las batallas del protagonista con él mismo y su relación con sus familiares cercanos: su madre y su prima Lorena, principalmente; y con aquellos con los que reafirma su tendencia sexual: Antonio, Leonel y Oliver, como vías de acceso a su meta: Paolo.

Relato intimista que no se pierde en detalles, y que presenta las reacciones de los personajes de una manera humana, poco inventada, lo que da una gran vivacidad y, lo más importante, credibilidad. Lucha interior por buscar un lugar en un microcosmos social que se opone, señala y discrimina a los otros, los "diferentes".

J. Antonio Galván P.
Zacatenco,
21 noviembre 2006

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala

Hacía muchos años que no leía una obra de este escritor peruano. Supuse que me encontraría con una estructura compleja y sesuda como la de La ciudad y los perros, La casa verde, Pantaleón y las visitadoras o La guerra del fin del mundo; o por lo menos una que jugara con el narrador como Los cachorros.

No fue así. Me encontré la narración unívoca de Ricardo (Ricardito, mejor dicho) y su mundo determinado por la mujer de muchos nombres, resumidos en «la niña mala». En este recorrido de Perú a París, a Tokio a Madrid, Llosa se convirtió en Rosa: escritor juvenil que resuelve de manera sencilla los lazos extendidos de la vida amorosa de los personajes.

Sin sobresaltos, fui lector por siete días (del 2 al 8 de noviembre) de esta historia que corre, capítulo a capítulo, apoyada de pocos personajes que se ajustan al objetivo literario del escritor: parir una novela de amor. Esto la convierte en un relato predecible, tranquilo, sin nudos ni tropiezos.

No estamos ante el mejor Vargas Llosa, que, al menos en esta novela, no se atrevió a superarse, ni siquiera a acercarse a su estatua de gran escritor, aunque es justo reconocerlo: tampoco la dinamitó.

J. Antonio Galván P.
8 de noviembre del 2006.
Tláhuac, D. F.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Jorge Volpi, No será la Tierra

Ciudad de México, 2 de noviembre del 2006.

Estimado Jorge:

Desde el pasado 9 de octubre y hasta la tarde de hoy me di a la tarea de recorrer la historia que nos cuentas en tu novela más reciente No será la Tierra.

Fue un recorrido apacible gracias a que desde las primeras páginas nos adelantas la meta a la que habrán de llegar tus personajes. Entendemos el dolor que abrasa a dos de tus protagonistas: Irina y Jennifer y el final de una tercera: Éva; y cómo sus vidas se entrecruzan gracias al escritor en el que te mimetizaste, Yuri Mijáilovich, que prestó su mano para escribir tu novela. Pero al mismo tiempo pudimos ver, como lectores, la transformación que van sufriendo otros seres humano-literarios como Arkadi y Oksana, Allison y Jack...

Todas estas historias personales no se sitúan en un poblado perdido de la geografía universal sino que la abrazan completa (una especie de Macondo global): de Nueva York a Zaire, de Washington a Berlín, de Moscú a México, de Leningrado a Yenín... y cómo los destinos de los pueblos son dictados por las mentes brillantes del FMI o sus economías determinadas por los designios de Wall Street.

Chernóbil y la caída del Muro, el mundo comunista que se consume, el afianzamiento del capitalismo, las voces contrarias al neoliberalismo y las acciones que lo defienden y lo sustentan, son el contexto histórico e histriónico de lo que nos relatas: el mundo de fin de siglo y de milenio, determinado, también, por el avance de la ciencia y el desciframiento de los secretos del ser humano encapsulados en el genoma.

Y por si esto fuera poco, o mejor dicho, por si no fuera bastante, volvimos al mundo gobernado por las mentes a veces lúcidas pero más que nada enfermas de los Gorbachov y los Yeltsin, los Reagan, los Bush y los Clinton o por los actos lucrativos de las transnacionales y los insuficientes actos de rechazo de los globalifóbicos.

Qué recorrido. Repaso de un pasado reciente que en nuestro sueño aletargado aún no acabamos de percibir, y menos aún, de comprender. Ahí está el valor literario e histórico de No será la Tierra; ahí está la razón de sus innumerables personajes, reales y ficticios; ahí está la pluma de Jorge Volpi, hacedor de novelas.

Donde te encuentres, en el ombligo del mundo o en la ciudad tres veces santa, en el eje del cosmos o en una ciudad de anchas calles, en una isla rodeada de caníbales o en una dársena fantasma, recibe un abrazo afectuoso de tu lector y amigo:

J. Antonio Galván P.

sábado, 7 de octubre de 2006

Gerardo Laveaga, El sueño de Inocencio

¿Dónde termina la historia y dónde empieza la novela? ¿Cuál es el límite de la realidad y cuál la puerta por la que se cuela la ficción?

Gerardo Laveaga nos lleva por los caminos que recorrió Lotario y que lo condujeron hasta el trono de San Pedro para luchar, en una época convulsa y compleja, por imponer su idea de Iglesia.

¿Cuál es la virtud de esta obra? Que no se pierde en descripciones que retarden el relato. Pareciera que estamos, como lectores, ante una serie acelerada de sucesos. Las voces que nos cuentan la historia nos la presentan de golpe, por ello adquiere velocidad e interés.

Destaco las voces, ya como narradoras o dialogantes, ya como escribientes de cartas o formuladoras de monólogos, que llegan a los ojos-oídos del lector-escucha para que se entere de los sueños-realidades de Lotario de Segni-Inocencio III.

Las acciones de éste, protagonista de la novela-personaje histórico, sólo son comprensibles a la luz de las dualidades: Bruna-Ortolana, Ángelo-Ugolino, Clara-Francisco, Claricia Scotti-padre Alvar, además del despliegue de aquellas que corresponden a jerarcas de la Iglesia y de la tierra. ¡Qué novela!

Este libro llegó a mis manos de manera casual: Olga García Villegas se lo regaló a Margarita y Laveaga se lo dedicó.

Durante algunas semanas esperó sobre el buró de mi esposa, pero al no ser abierto por ella yo lo tomé el martes 12 de septiembre. Me acompañó al examen profesional de mi hija, mas esa noche no lo empecé. Un día después mis ojos empezaron a caminar por esas avenidas rápidas y tranquilas. Lo leí en mis pocos ratos libres, la mayoría de las veces robándole minutos y más minutos a mi sueño.

Lo cerré la tarde del sábado 7 de octubre en una habitación de un hotel en Oaxtepec, antes de asistir a una boda. Las últimas páginas las leí con el dolor inmenso de saber a mi amigo Héctor Rivas hospitalizado y muy enfermo. Y toda la travesía la recorrí con una mezcla de tristeza y satisfacción. La primera provocada por la partida del Viejo López y la segunda por la titulación exitosa de mi hija. ¡Qué cruenta vida: en un instante nos hace recorrer del alfa al omega y viceversa!

Por ello, esta lectura tiene triple dedicatoria: por el recuerdo del Viejo y el cumplimiento de sus utopías, por la salud de mi amigo Héctor y por el éxito profesional de mi hija Sofía.

J. Antonio Galván P.
Oaxtepec, Morelos
7 de octubre del 2006

lunes, 17 de julio de 2006

Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento

Esta obra me la prestó Mara Arellano y me aseguró que era una gran novela. Durante mucho tiempo, casi un año, estuve buscando el momento para leerla. Eso sucedió en mis vacaciones de julio del 2006. El martes 11 inicié su lectura. Ese día y el siguiente enfoqué mis esfuerzos en descubrir los hilos conductores. El jueves 13 salí, junto con Margarita rumbo a Tecolutla, Veracruz. El viaje, en autobús, de casi 7 horas me permitió avanzar notablemente. Viernes, sábado y domingo pude dedicarle muchas horas, ya en la habitación del hotel, ya en la playa. La mañana del lunes 17, leí las últimas líneas, invadido por una gran emoción, ésa que provocan las obras que nos llenan los ojos con las imágenes de las acciones de los personajes.

En La sombra del viento dos vidas aparentemente paralelas se tocan en el tiempo. Pareciera que el destino se empeñara en que Julián tendiera los lazos que hicieran posible la vida de Daniel, mientras que el hacer de éste permitiera rehacer la vida, solitaria y triste, del primero.

El señor Sampere y su esposa muerta, padres de Daniel, Barceló y su sobrina Clara, Nuria Monfort y su padre Isaac, Fermín Romero de Torres y la Bernarda, Beatriz Aguilar y su hermano Julián y Penélope, entre muchos otros, trabajan como personajes literarios y nos llevan por las calles y palacetes de Barcelona. Casi siete décadas del siglo XX que se concentran en una: de 1945 a 1955, pero que sólo se explican gracias a los hechos pasados y los que se proyectan al futuro.

J. Antonio Galván P.
Tecolutla, Veracruz
17 de julio del 2006

sábado, 15 de abril de 2006

Adriana Malvido, La reina roja

Mi interés por leer este libro surgió a partir de dos entrevistas radiofónicas a Adriana Malvido. Una en el programa de Germán Dehesa y otra en el de Ciro Gómez Leyva. Inicié su lectura la noche del martes 11 y la concluí el mediodía del viernes 14 de abril del 2006.

Corroboré lo que ya sabía: la capacidad narrativa de esta periodista que, en este libro, nos regala un excelente reportaje no sólo para entender y compartir con los lectores los secretos de la llamada Reina Roja sino la complejidad de los estudios pictográficos, antropológicos, etnográficos, arqueológicos, etc., que tratan de descifrar los misterios de los mayas, en general, y en particular de los mayas de Palenque.

Genial reconstrucción de los hechos pasados y presentes a partir de tres voces: la propia Reina Roja, la reportera Malvido y sus múltiples entrevistados. Así, la entrevista cobra significado y relieve, junto con la investigación documental y la observación directa, para darnos un fresco periodístico que linda con ese tipo de literatura llamado de “no ficción”.

De esta forma, pues, sigo fiel a mi tradición de hace muchos años: leer una obra en los apacibles días de la Semana Santa.

J. Antonio Galván P.
Col. Moderna
15 de abril del 2006