miércoles, 31 de marzo de 2010

Ana Francis Mor, Manual de la buena lesbiana


A tres Brendas, Gaby, Vicky, Ale,
Diego y Víctor, por la nostalgia del egreso.
A los participantes en El Bohío, incluidos
un Camilo y una Estrellita.

Continúa pospuesta la lectura de El contador de historias. Concluí Ella y otras mujeres e inicié, el 5 de marzo, el recorrido por las venas de este libro que me consiguió en eme-equis Ale del Castillo.

Aunque pude concluirlo antes, me esperé para leer en El Bohío sus últimas páginas, lo que ocurrió hoy sábado 20 de marzo, frente al mar del Golfo de México, en espera de la llegada de un norte, rodeado de los jóvenes de comunicación de la Universidad Marista que con sus música estridente invaden mis oídos.

A la autora de este Manual de la buena lesbiana ya la había leído en alguna de sus columnas que quincenalmente publica en la revista eme-equis. Por eso, en cuanto supe que compilaría y publicaría en un libro algunas de esas colaboraciones, le pedí a la Jinta (Ale del Castillo) que me consiguiera un ejemplar.

Debo confesar que su lectura la hice casi a escondidas, pues muchas de mis amistades al verme leer me preguntan: “¿qué estás leyendo?”, e imaginé (simple prejuicio) que al decirles “el Manual de la buena lesbiana” se sorprenderían y formularían más preguntas. Para evitarlo, leía en lugares apartados y no mostraba la pasta del texto. Igual y si esto lo supiera la autora me mentaría la madre, me diría algo así como: “los lectores también deben salir del clóset”. Para lavar mi pecado, prometo que compraré otros ejemplares y se los regalaré a mis amigas habitantes de la isla de Lesbos.

El Manual consta de 40 lecciones, entre ellas: Nunca te enamores de una buga, ¿Clóset? Ni de caoba, No sólo de tortilla vive la lechuga, ¿Qué horóscopo sigue una buena lesbiana?, Cómo vive su calvario una buena lesbiana, Cómo marcha una buena lesbiana, ¿Qué edad tiene una buena lesbiana?, ¿Cómo desea una buena lesbiana?

En beneficio de la autora, y del mío propio, debo decir que desde que leí en la revista una de sus columnas, me atrapó su estilo mordaz, ágil, sabroso y cachondo. Inspiró en mí la confianza para dedicarle parte de mi vista, mi tiempo y mi cerebro, así como en el pasado lo hicieron conmigo como lector Jorge Ibargüengoitia y Germán Dehesa. Ana Francis posee un don muy especial para dominar la tecla (en el sentido literal de la frase) y atraparnos en las redes de sus relatos.

Del Manual de la buena lesbiana resalta la dignidad de la escritora y su gusto, que no condena o destino o castigo, por vivir sin tapujos ni prejuicios su ser lésbico, su orientación sexual (que no preferencia).

Estimado/a único/a lector/a de esta entrada del blog: le invito a que disfrute estas lecciones a veces valientes, a veces reflexivas, a veces agresivas de Ana Francis Mor. Para motivarlo/a le dejo este aparador.

Aparador (o citas citables)

«La condición de heterosexualidad o la esencia buga está fundamentalmente opuesta al principio de indeterminación de Heisenberg, según el cual es imposible determinar la posición de la partícula subatómica mientras no estemos dispuestos a aceptar la incertidumbre absoluta respecto de su posición exacta». (pp. 26-27)

«Si la vida es una larga conversación, la sobremesa es el mejor lugar para vivir». (p. 54)

«Una vez rumbo a Ensenada dormité un poco y con el sonido de las olas y las playas —vendidas a los jubilados gringos— soñé. En mi sueño había letreros espectaculares de fondo azul con letras blancas que decían “Todo México es territorio lesbiano”, “Yo nací lesbiana porque soy mexicana” y así, letreros por todos lados, “Marota power” o “Lesbucks café”. No había problema, no nomás había dos estados en donde estabas medianamente reconocida en la ley, sino 32. Y cuando desperté, fresca como una lechuga, me di cuenta que si fuera celular tendría más derechos». (p. 63)

«Piensas que el mundo es un lugar extraño para vivir, que hay artículos de primera necesidad, como son los derechos humanos, que por más que pasan los meses, miles y millones de meses, no acabamos de pagarlos —y con un chingo de intereses—. Piensas que la justicia, la educación y la salud debieran ser gratis y no nomás los primeros dos meses, sino todos los meses de todos los años, porque hay que proteger a los tuyos. Piensas que los anuncios de la tiendas deberían dejar de poner a puras parejas heterosexuales y que deberían dejar de decir que la mujer o es mamá o no es mujer, porque resulta tremendamente indignante y ofensivo, y ahí te das cuenta que estás en un lugar que en cada rincón resalta la indignidad tan profunda en la que vivimos. Y mientras piensas cómo es que la humanidad llegó a este punto de organización tan absurda regresa tu mujer que andaba en Electrónica y te dice: “Okey, ya me convertí en mi mamá”». (p. 67)

«Sería lindo que desde que naces tuvieras la opción de que te gustaran los niños y las niñas… Sería un ahorro como del 76.5 por ciento del DIT (Dolor Innecesario a lao Tarugo). Sería lindo que la educación pública fuera consciente y respetuosa de la diversidad. Sería lindo que los libros donde está la madre patria en la portada dijeran que la diversidad es un valor que provee de riqueza a una sociedad, que un país entre más diverso más chipocles». (p. 83)

«¿En qué parte del cuerpo se encuentra la pasión? A veces en el pecho, a veces en los genitales, a veces en la boca, supe de unas brasileñas que la traían en los pies… en fin.
«Hay costumbres emocionales autodestructivas que están tan arraigadas, que sólo un tratamiento de choques artísticos podría desatorar. Es el caso de la tan católica costumbre de sentir culpa desde temprano en la mañana hasta tan tarde por la noche. Y el problema de la culpa es que es difícil de extirpar. A pesar de ser puro tejido muerto, necrosado, está como encarnado en diversas partes del cuerpo, así que la disección tiene que ser más bien con filos muy específicos, como el humor y el placer». (pp. 128-129)

«...Y así, tratando de sostener el edificio de deberes, mi deseo se fue yendo pa'la chingada. Como dice la célebre filósofa contemporánea argentina Laura Eiven, estamos tan ocupadas en ocultar lo que somos que el deseo se nos va escabullendo. ¿A dónde? Pues al paraíso de los deseos reprimidos: avenida Gastritis casi esquina con Esa-úlcera-ya-parece-balón, en la colonia Ojalá-no-sea-cáncer, provincia de Tan-enojada-estoy-que-te-pateo. O sea, de que se quedan, se quedan.«¿Cuál es el propósito de reprimir los deseos? ¿Qué podría haber más importante en el mundo que desear? ¿Cuál actividad es mejor que hacer el amor? ¿A quién se le ocurrió que había que controlar los deseos? ¿Para qué? ¿Para cumplir con quién? ¿Para lograr qué?«Enterrar el deseo es tan efectivo como el gel anticelulitis y las pastillas para adelgazar.«No se puede tapar el sol, ni el mar, ni el cielo, ni dejar de respirar. No se puede». (pp. 166-167)

José Antonio Galván Pastrana
El Bohío, Tecolutla, Ver.
20 de marzo de 2010

viernes, 19 de marzo de 2010

Rubem Fonseca, Ella y otras mujeres

Para Sofía, por sus 27 años
y el inicio de su vida laboral


Me encontraba a la mitad de la lectura de El contador de historias, de Rabih Alameddine (325 de sus 660 páginas), cuando tuve que ir a las oficinas de la revista Nexos a renovar mi suscripción. Ahí me regalaron Ella y otras mujeres y sin pensarlo dos veces comencé a leer ese libro de cuentos. En mis pocos ratos libres lo caminé todito del 26 de febrero, día en que llegó a mis manos, al 4 de marzo. Eso implica que esta compilación se transita muy rápidamente.

Rubem Fonseca contaba con 81 años cuando publicó este libro (en 2006) cuyos personajes, usted lo adivinó querido/a lector/a, son mujeres. Además de Ella, que no aceptaba que al hacer amor se hablara de filosofía, conocemos las intimidades de la profesora Alice; de Belinha, Olívia y Xânia, las enviadas del Despachador; de Carlota, la que perdió la maleta; de Diana, la gustosa del sadismo; de la incansable e insaciable Elisa; de la incorregible Fátima Aparecida; de la autoviuda Francisca; de Guiomar, la que derrotó al machismo; de Helena, la periodista que acabó con la reputación de un empresario; de Heloisa la pecadora.

Ademas de las existencias de Jéssica, la engañadora; de Joana, la fea salvada por el amor; de la escritora Julie Lacroix; de Karin, la violentada; del trágico fin de Laurinha y Lavínia; de la traviesa Luíza; de la chateadora Marta; de Miriam, la que sentía un objeto extraño en la garganta; de la cleptómana Nora Rubí; de la trabajadora y sumisa Raimundinha; de Selma, la enfermera; de la anciana Teresa; y de Zezé, que en realidad se llamaba Josefa y que por un orgasmo mató a un hombre.

Historias breves producidas y reunidas por la pluma de Fonseca, en un tiempo cercano al nuestro: la Internet y los teléfonos celulares también forman parte del ambiente. Vemos el encuentro de hombres con mujeres que dan rienda suelta a sus instintos amatorios.

Con estilo ágil, atractivo, el autor nos seduce desde la primera línea y hasta la última gracias a nuestra debilidad lectora marcada por el morbo, que en términos literarios llamamos erotismo.

José Antonio Galván Pastrana
El Bohío, Tecolutla, Ver.
19 de marzo del 2010