jueves, 19 de julio de 2018

Laura Restrepo. Los Divinos





Se encuentra ya en la mesa de novedades de las librerías la más reciente novela de la colombiana Laura Restrepo, Los Divinos (México, Alfaguara, 2018. 248 páginas). En la mesa de la Gandhi Madero la descubrí el pasado 30 de junio. La leí como parte de mis vacaciones veraniegas del 12 al 17 de julio.

La autora tiene una tendencia natural para abordar historias truculentas, con personajes situados en los límites, lo que nos lleva como lectores a tratar de hurgar en las razones de la actuación extrema de los protagonistas. Así nos sucedió con Delirio, La isla de la pasión, Leopardo al sol, Dulce compañía, La novia oscura, La multitud errante, Demasiados héroes, Hot sur y Pecado, sus novelas anteriores.

Los Divinos es una historia contada en seis tiempos (capítulos). En cada uno de ellos se recrea a uno de los personajes. Los capítulos que atrapan más la atención son el uno y el cuatro. En el primero se presenta al Muñeco, protagonista que sirve de eje a la novela en su conjunto. En el cuarto, a La Niña, que se convierte en la víctima a partir de la cual se confrontan los sentimientos de amistad, de lealtad, de justicia, de reflexión, de ira…

Para muchos de nosotros, la escuela fue el lugar ideal para hacer amigos, mismos que nos acompañarán a los largo de los años, que compartirán nuestras alegrías y penas, que participarán de nuestras aventuras, aficiones, sueños y proyectos. Eso también sucede en Los Divinos. Se trata de un quinteto de compañeros bogotanos, de clase alta, que coinciden en el Liceo Quevedo. Una escuela para varones donde ellos sellan sus pactos de amistad. Lugar al que volverán continuamente para contarse la vida o planear nuevos acontecimientos extremos. Los cinco se autodenominan los Tutti Frutti: “[…] nuestra hermandad, la tenemos desde que somos compañeros de escuela y eternamente pelaos, chinos todavía pese a los años, ya superando la treintena y enfilando rapidito hacia lentos y blandos” (p. 18). El contenido de la novela nos lleva, como lectores, a recordar otras que han tenido a la escuela como punto de encuentro. Recordé Los Cachorros y La ciudad y los perros, de Vargas Llosa.

No sabemos los nombres de pila de los personajes, pero su apodo más famoso le da nombre a cinco de los seis capítulos: 1. Muñeco (alias Kent, Kento, Mi-lindo, Dolly-boy, Chucky). 2. El Duque (alias Nobleza, Dux, Kilberggan). 3. Tarabeo (alias Táraz, Taras Bulba, Dino-Rex, Rexona). 5. El Píldora (alias Pildo, Piludo, Piluli, Dora, Dorila, Gorila) y 6. (Hobbit (alias Hobbo, Bitto, Bobbi, Job). El 4, como ya quedó dicho, corresponde a La Niña.

El narrador de toda la historia es Hobbit. Él es un modesto traductor e intérprete. Vive solo pero enamorado de Alicia (Malicia, le llama), quien a su vez es novia del Duque. Por ello está prohibida para Hobbit. Ella desempeñará un papel muy importante en la historia. Como lector considero que bien habría valido la pena incluir un capítulo que se titulara “Malicia (Alicia)” para tener una explicación más amplia de la naturaleza de este personaje.

El Muñeco es un ser misterioso, huidizo, triunfador, desenfadado, patán. En la madrugada les habla por teléfono a sus amigos y les dice: “Los monicongos son dos y el más chiquitico se parece a vos”, y cuelga. Esa frase se usará a lo largo de la historia con algunas variantes y nos irá anticipando las acciones que vendrán y su funesto desenlace. “Dicharachero y afectuoso ese Muñeco, eso sí, pero también matón, patotero, putañero, atrabiliario, llevado por sus furietas. Pero cariñoso, valga la verdad, buena gente a ratos y amoroso él, o como se dice: tan querido ese Muñeco” (p. 17).

Conforme los amigos fueron creciendo —que no madurando— descubrieron, sobre todo el Muñeco y Tarabeo, su facilidad para conquistar mujeres. Los dos eran hombres bien parecidos y atléticos, que fácilmente se ganaban el cariño femenino y la envidia masculina. “Los llamaban los Divinos y resultaban irresistibles cuando se paseaban juntos como dos pavos reales bajo los magnolios del campus” (p. 39). A lo largo de la historia hay momentos en los que estos personajes dispensan un maltrato a las mujeres. Quizá por eso se diga que esta novela es una “perturbadora puesta en escena contra el feminicidio” (contraportada), aunque yo no me atrevería a llevarla hasta esas fronteras.

Cada año los Tutti Fruttis se van a la finca del Duque “Príncipe burgués que paga el estilacho con money de papi, el Duque es legítimo heredero de otras varias haciendas en tierra fría, las productivas, que llama, donde cría ganado de carne y mantiene hato lechero, más cultivos de vainas alimenticias, trigo, cebada y así” (p. 52) para celebrar el “paseo del póker”, donde dan rienda suelta a sus anécdotas, remembranzas, y que siempre terminan con una terrible cruda los cinco días que dura el paseo.

El narrador dice de Tarabeo: “[…] impone su porte y su presencia. Todo lo sabe, y lo que no sabe lo inventa. Distinguido pillo de cuello blanco, a punta de trapisondas ha hecho millones que luego triplica en el mercado negro. Pero con sexapil y estilacho, y por todo lo alto” (p.57).

Del Píldora señala que es un tipo normal, el que lleva la memoria del grupo, el que siempre está dispuesto a agradar a sus amigos. Siempre atento y servicial. Le decían el Píldora porque él “[…] contrabandeaba del negocio de su mami los fármacos que tragábamos a manotadas para echar a volar: más simpáticos que nunca, locuaces como loros, entradores con las nenas, tolerantes con el género humano, orgullosos de nosotros mismos, alucinados” (p. 179). Seguidor y defensor a ultranza del poeta José Asunción Silva.

Hobbit, el narrador, es el eterno enamorado de Alicia (aunque él mismo reconoce que quizá ello sea una tapadera, insinúa su homosexualidad), sólo que se decepciona de ella cuando sabe que engaña al Duque con Tarabeo. Una puñalada que se clava en el corazón del Hobbit. Hombre solitario desde la infancia, reconstruye su relación son su madre: “[…] mi madre y yo nunca hemos sido propiamente uña y mugre, o tal vez sí, no sé, tal vez durante mis primeros años de vida, eso no lo recuerdo. Pero a raíz de la separación de mi padre, ella tomó la decisión —valiente, supongo— de vivir la vida como una mujer libre para gozar de su grupo de amigas, de su trabajo y su bridge, y eventualmente algún novio, o sea sacándole el jugo a toda la energía que aún llevaba por dentro. Y un par de hijos pequeños, tan extraños y huraños como yo y mi hermana Eugenia, no éramos piezas que encajaran en sus planes” (p. 239).

La Niña es la víctima de esta historia. Algo pasó en la mente del Muñeco que poco a poco se fue llenando de ideas oscuras “[…] nada marca tanto al hombre como el momento en que descubre cuál es su verdadera perversión” (p. 88). El Muñeco cometerá un infanticidio en contra de la Niña a quien el Hobbit no quiere ni siquiera mencionar por su nombre. Al hacerlo marcará no sólo su vida sino la de sus amigos, quienes de una u otra manera se verán involucrados y serán los monicongos anunciados por el Muñeco. La Niña, arrebatada de su humilde casa, secuestrada en la calle mientras jugaba con sus primos y sus vecinos, por mucho tiempo observada y seguida por el Muñeco. Su inmolación desatará la ira de los pobres, un clamor de justicia, la sed de venganza contra el plagiario-monstruo-asesino.

Los Divinos se inspiró en un suceso real en Colombia que marcó el corazón de la sociedad bogotana, pero el desvelo no es exclusivo de esa nación: abuso de menores, especialmente de niñas, que se extiende por todos los confines del mundo. Ni las sociedades más avanzadas están exentas de la atrocidad.

Laura Restrepo ha generado una ficción. Se ha valido de cinco hombres surgidos de su imaginación para explicar literariamente los hilos que se fueron uniendo para tratar de reconstruir y entender un delito. Cabe resaltar, por último, el desparpajo con el que la autora maneja el lenguaje y el ambiente de las complicidades masculinas: las pajas individuales o colectivas, los diálogos, las prácticas festivas, los consumos comunitarios de alcohol o psicotrópicos… Pero más allá de eso, nos regala una historia provocadora cuyo desenlace es tal gracias a la acción de una mujer.

“Los monicongos son cinco, y el más chiquitico se mata de un brinco.
“Los monicongos son cuatro, y al más chiquitico lo entierro y lo tapo” (p. 216).

#LaLecturaNosHaceLibresyFelices.

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna, CDMX
19 de julio de 2018