domingo, 26 de abril de 2009

J. Antonio Galván P., Lectura en tiempos de influenza (porcina)


La influenza porcina no se crea ni se destruye, solamente se contagia

Estimado/a único/a lector/a:

El virus de la no lectura me invadió antes de que el gobierno mexicano tomara medidas urgentes y causantes de pánico masivo con eso de la influenza porcina.

Me encuentro en caso de severa inlectura. Nada de lo que leo me satisface, no le hinco el diente a los nuevos libros que empiezo a leer. Ante eso, he dedicado mis momentos de leedor a pasar mi vista por artículos y reportajes de Nexos, Letras Libres, Proceso o Emeequis, y me he convertido en lector frecuente de diarios: La Jornada, Milenio, Reforma, El Universal, eso sí, en sus versiones “weberas”.

Los dos últimos libros que leí me dejaron una especie de vacío, de insatisfacción, de expectativas no cumplidas.

El primero fue Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Sé que es el preferido de mi amigo Paco López, quien me lo recomendó al igual que muchas otras de mis amistades. Con esta obra me pasó lo mismo que con aquellas películas que de tanto que te las recomiendan acaban por desilusionarte.

En el largo periodo del 10 de febrero al 7 de abril, en tres escenarios: Ciudad de México, Chihuahua y Acapulco, leí esta novela cuya protagonista subterránea es Cesárea Tinajero, que es buscada por dos detectives: Arturo Belano y Ulises Lima, poetas de baja monta que tratan de continuar el grupo de los real visceralistas, fundado por la primera; además de una primera voz: la de Juan García Madero, que narra la primera y la tercera partes de la novela, ocurridas entre 1975 y 1976. La segunda parte de la obra (de 1976 a 1996) es una polifonía en la que participan aquellos que conocieron a Cesárea, Belano y Lima.

El lector, o sea este amanuense, nunca se involucró en el relato. No se emocionó ni se motivó, no logró momentos sublimes de lectura, ni siquiera oyó latir aceleradamente a su corazón ni las lágrimas salieron de sus ojos.

La segunda lectura, fue la del libro de Héctor Aguilar Camín, La tragedia de Colosio, que inicié en el puerto de Acapulco el miércoles 8 de abril y concluí el sábado 11 (Sábado Santo), en la Ciudad de México.

Ésta me dejó una sensación de engaño. Apareció, aparentemente, para recordar los 15 años del suceso fatídico que representó el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato a la presidencia de la República por el PRI para el sexenio 1994-2000. Sin embargo, el libro fue escrito cinco años antes, y tanto el autor como la editorial (Planeta) no tomaron las previsiones para hacernos sentir, como lectores, que estamos ante una obra recientemente escrita.

El texto abunda en datos y personajes de sobra conocidos, y reproduce lo que otros muchos ya han escrito sobre esta parte nefasta de nuestra historia reciente. Esta novela sin ficción (pues así la titula el autor), no tiene nada de novela. Rescata las declaraciones de las personas que se presentaron ante el cuarto fiscal nombrado para tratar de esclarecer el caso. El texto se basa en "La relatoría publicada por el fiscal Luis Raúl Gutiérrez Pérez [que] es una de las obras más apasionantes y menos leídas de nuestra historia reciente. Se titula Informe de la investigación del homicidio del licenciado Luis Donaldo Colosio (México, Procuraduría General de la República-Quimera Editores, 2000). Consta de cuatro volúmenes: I. El crimen y sus circunstancias; II. El autor material; III. Posibles cómplices o encubridores; IV. Entorno político y narcotráfico" (p. 13). Nada novedoso para quienes hemos seguido, a lo largo de los años, este episodio.

Como sea, dedico estas lecturas y estas líneas a La China, que se encuentra viviendo una etapa intensa de producción intelectual en Notre Dame.

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
25 de abril del 2009