jueves, 20 de diciembre de 2007

Gustavo Bolívar Moreno, Sin tetas no hay paraíso

Catalina, la protagonista de esta historia, desde sus 13 años de vida se da cuenta que para poder conquistar el paraíso necesita dos cosas que la naturaleza le negó: tetas.

Carecer de ellas la excluye del mundo que otras mujeres de su edad sí pueden disfrutar: joyas, ropa, paseos, dinero, diversión, etc. Por ello, en medio de la pobreza en la que vive, el único sueño de Catalina es contar con dos tetas que le permitan conquistar y no ser despreciada por los hombres poderosos, los que tienen dinero en exceso gracias a su participación en el narcotráfico.

La historia se centra en la Colombia de la década de los 90, una vez que los grandes capos de la droga han muerto o han sido extraditados a los Estados Unidos, pero sus segundos o terceros comienzan a reorganizar el fructífero negocio.

Pareciera que el destino se empeñara en jugarle malas pasadas a la joven Catalina. Es traicionada por los seres en los que más confía: su madre, su novio Albeiro y su amiga-madrota Yésica, además de muchos otros con los que se va topando en la búsqueda de su sueño: convertirse en una prostituta reconocida en el círculo de los capos de la droga.

Interesante relato que viene a insertarse en esa temática que reproduce los pesares de la sociedad colombiana asolada por el narco. Una realidad en la que lo menos importante es la vida y donde las venganzas y el autoritarismo marcan la cotidianidad. La lectura de esta obra me hizo recordar la de otro colombiano, Fernando Vallejo y La virgen de los sicarios.

Dicen que Sin tetas no hay paraíso es una telenovela muy exitosa en Colombia y Venezuela. De hecho, su autor Gustavo Bolívar es un reconocido guionista. De ahí que la obra no se pierda en amplias descripciones sino que muestra imágenes en movimiento que van desarrollando rápidas escenas que te mantienen en constante interés. Lástima que la pésima edición del texto provoque un enojo tras otro en el lector.

Del 7 al 19 de diciembre del 2007 disfruté esta historia. Lo hice con la emoción de saber que mis hijos pronto llegarían a México. Sofía regresaría de Washington y Antonio, de San Francisco.

J. Antonio Galván P.
Tláhuac
20 de diciembre del 2007

jueves, 22 de noviembre de 2007

José Saramago, Las intermitencias de la muerte

Del 26 de octubre al día de hoy me di a la gustosa tarea de leer esta obra del autor portugués. Fue una tarea tan placentera que por eso la hice poco a poco, pedazo a pedazo; sin prisas ni adelantos. El libro llegó a mis manos gracias a la solidaridad de Bere-Nice, alumna y tutorada de la UPIITA.

Saramago construye con su imaginación un micromundo irreal: el primer día de un año reciente cualquiera, en un país sin nombre (sólo sabemos que tiene diez millones de habitantes) la muerte deja de cobrar vidas. Primera de muchas intermitencias.

El hecho provoca reacciones diversas pues exige el replanteamiento de un buen número de actividades humanas y, de tajo, da al traste con la razón de ser de la industria funeraria, de las compañías de seguros y de la iglesia. Asimismo, obliga a replantear las tareas del gobierno, de los asilos y de los hospitales públicos y privados. Y ante una realidad literaria tan cruel para unos, tan esperanzadora para otros y tan inusual para todos, no podía faltar el surgimiento de una maphia que ante una oportunidad sui géneris idea un negocio lucrativo: exportar agonizantes para que pasen a mejor vida dentro de las fronteras de otros países donde la muerte continúa trabajando.

De esta forma, Saramago comienza a desdoblar la alfombra de esta singular experiencia que dura siete meses, hasta que la muerte misma aparece con una carta que entrega al director del canal de televisión, en la que le indica que debe informar a toda la audiencia que en breve reanudará su labor.

Y tal como lo prometió, la muerte se hace presente el día anunciado llevándose a todos los que se encontraban en estado de “muerte suspendida”. Un evento tan abrupto y tan masivo provoca otra terrible crisis en la organización del imaginario país.

Ahora la alfombra se vuelve a enredar. La situación recobra la normalidad perdida pero genera, nuevamente, un reajuste en las actividades de las compañías de seguros, de las funerarias, de la iglesia, de los asilos, de los hospitales, etc.

Cuando todo parece volver a la normalidad, la muerte se convierte en personaje. Es ahora la amanuense que escribe y manda cartas color violeta a todos aquellos que en el término de una semana deberán entregar sus vidas, ya por enfermedad ya por accidente. Así, una nueva preocupación inunda a los habitantes del anónimo país: ninguno desea recibir la misiva que señala el límite.

Sólo una vez falla la muerte: su mensaje no es entregado al destinatario y ella no sabe por qué. Entonces, en su empeño por descubrir las causas, la parca deja de ser un personaje de niebla y hueso para convertirse en una mujer seductora de carne y hueso que conquistará el corazón del destinatario-violonchelista. ¿Qué sucederá? Léalo usted mismo para que se entere de los entretelones de lo que aquí se ha escrito a toda prisa y descubra qué pasó cuando “Al día siguiente no murió nadie”...

J. Antonio Galván P.
Zacatenco
22 de noviembre del 2007

jueves, 11 de octubre de 2007

Isabel Allende, La suma de los días

Ciudad de México, 11 de octubre del 2007.

Sofía y Antonio:

Todas las vidas pueden contarse como una novela,
cada uno de nosotros es el protagonista de su propia leyenda.
En este momento, al escribir estas páginas, tengo dudas.
¿Sucedieron los hechos tal como los recuerdo y los cuento?
Isabel Allende, La suma de los días, p. 25

Del 15 de septiembre al día de hoy me di a la lenta tarea, en ocasiones lentísima, de leer La suma de los días, la más reciente obra de la escritora chilena Isabel Allende (IA). Digo “obra” porque en verdad es muy difícil clasificarla dentro de un género literario. En esencia está resuelta como novela, pero no lo es. Parece una autobiografía, mas tampoco lo es, puesto que la narradora se asume como tal y no como el personaje protagónico; desde luego no es un libro de cuentos, aunque cada uno de sus apartados cobra una vida independiente y su final es a veces anecdótico, a veces profético, a veces basado en una frase sentenciosa. Bien puede ser un libro de memorias fundamentado en los recuerdos decantados y hechos historia por IA; sin embargo su tratamiento y su lenguaje sitúan a este libro más allá de la simple relación de sucesos encadenados por el tiempo y las circunstancias.

Así es que para salir de este pequeño problema diré que La suma de los días es, antes y después de todo, una carta; sí, una extensa epístola ya nostálgica, ya crítica, ya emocionante, ya reveladora, ya mágica, ya reflexiva, pero sobre todo humana, que a lo largo de 361 páginas nos da a conocer un pedazo de la vida de la mujer-madre-escritora Isabel Allende. Es la misiva catártica que le escribe a su hija Paula, muerta en diciembre de 1992. A partir de este ejercicio de amanuense, la escritora le cuenta a Paula lo que ha pasado al interior y al exterior de su familia desde esa fecha y hasta 2006.

Los personajes, entonces, no son seres imaginarios surgidos del pensamiento de la autora; por el contrario, son personas de carne y hueso (seres de no-ficción) con las que ella ha convivido a lo largo de esos catorce años, pero que, desde luego, en su mayoría, conoce desde hace muchos más. Por ello, IA no tiene que buscar en los retazos de las personalidades ajenas ni remendarlos para dar vida a los actores de su historia. Los tiene cerca de ella, en la convivencia cotidiana y los conoce tanto como ellos la conocen. Pareciera, entonces, que su deseo es contarle a Paula cómo son y cómo viven esos seres con los que ella compartió durante los 28 años de su vida, y cómo llegan a este mundo aquéllos que no conoció porque aparecieron en la historia de su madre después de ese funesto 6 de diciembre de 1992 en el que ella, Paula, dejó de existir.

Mas la magia de la literatura, o para ser más exacto, la magia de la escritura, nos permite involucrarnos en los entretelones de la tribu Gordon-Allende. Entonces como lectores nos convertimos en los acompañantes de la lectura que hace Paula de esta historia contada para ella. Nos asomamos por las ventanas para ver qué pasa en ese pedazo de la vida de las personas-personajes.

Conocimos a Willie Gordon, amante de IA, su segunda pareja formal que es la vez su marido, su cómplice, su alumno (él se convierte en escritor), su sostén, su guía, su compañero de terapia y de viajes. Nos enteramos, aunque sólo un poco, de la vida de Paula y de su deceso provocado por el mal cuidado de su padecimiento (porfiria). Supimos de los últimos días de la existencia de Jennifer (hija de Willie y madre de la pequeña Sabrina), joven atacada, afectada y aniquilada por las drogas. Vimos cómo Sabrina, a pesar de haber nacido tan frágil y tan enferma a causa de la adicción de su progenitora, fue luchando por su vida gracias al cuidado de sus madres adoptivas Fu y Grace, quienes conformaban una pareja lésbica.

Gozamos de la familia integrada por Nico (hijo mayor de IA) y su esposa, la venezolana Celia, así como por sus hijos Alejandro, Andrea y Nicole. Cuando supusimos que la familia alcanzaba su estabilidad en California, nos enteramos por teléfono que Celia se descubría lesbiana y no sólo eso: decidía compartir su vida con Sally, novia de uno de los hijos de Willie. Así es que testificamos el divorcio de Nico y Celia, además de las penurias de éste para vérsela una semana sí y otra no al cuidado de sus tres hijos (la semana que no estaban con Nico, los niños vivían con su mamá y su “madrastra”: Sally). También fuimos cómplices de IA quien poco a poco fue metiéndole a su hijo ―por los ojos, los oídos y los poros― a Lori, con quien sufrimos por su imposibilidad para concebir hijos y a quien quisimos tanto como su suegra.

Compartimos la amistad de IA con Labra, empresaria primero exitosa y luego arruinada y después vuelta a levantar. Y también nos enteramos de los pormenores de la vida (a veces muy privada) de otras muchas personas.

Nos situamos en San Francisco, California, lugar de residencia de IA y su tribu, pero la acompañamos por diversos lugares del planeta, a veces a la presentación de alguno de sus libros y en ocasiones a sus viajes de descanso por Asia o África o Europa o América. De hecho, sólo nos faltó ir con ella a Oceanía. Quizá de estos viajes sobresalen sus estancias en la India y su paso por el Amazonas brasileño.

IA nos hizo saber sus manías como escritora: que debe empezar una novela el 8 de enero, pues si no lo hace ese año no habrá libro; que escribe sola y rodeada de silencio; que investiga profusamente antes de iniciar la escritura de una obra, desde situaciones históricas hasta pormenores psicológicos de los personajes; que sus jornadas como literata son de por lo menos 10 horas diarias; que debe trabajar en un lugar limpio y en un escritorio pulcro; que su estudio está rodeado de fotografías de sus seres queridos de la actualidad y del pasado; que tiene un altar con tres velas siempre encendidas; que no le gustan los viajes ni los eventos para presentar sus libros, pero que lo debe hacer porque así se lo obligan sus compromisos editoriales.

Sin embargo, quizá lo más importante que conocimos de ella, es el diseño general que realiza para forjar una obra, seguido de su dificultad para comenzar a contar una historia y cómo ésta, se va nutriendo poco a poco gracias a sus experiencias de vida, a su conocimiento de personas reales o históricas, a los múltiples fantasmas que la acompañan, a sus espíritus protectores, a los viajes que realiza, a la interpretación de sus sueños y a su vasta imaginación.

Sofía y Antonio: A lo largo de todo el texto me acompañó una pregunta: ¿Qué derecho tiene un escritor, en este caso IA, de contar los pormenores de la vida de sus seres más cercanos? Si ella tiene una vida pública, ¿por qué hacer lo mismo de los días de los otros? Pero sin duda, esos otros estuvieron de acuerdo, pues IA apunta que dos hijos de Willie: Lindsay y Scott, no aceptaron aparecer en las páginas del libro (situación que ella respetó), luego entonces los que sí son expuestos le dieron su anuencia para que su pluma (mejor dicho, su teclado) los transformara en personajes.

Una vez terminada la lectura, concluyo que gracias a ésta no leería de IA la trilogía formada por La ciudad de las bestias, El bosque de los pigmeos y El reino del dragón de oro. Pero sí correría los cauces de Paula, Hija de la fortuna e Inés del alma mía. Dudaría de Mi país inventado, pues sólo parte de un sueño y un supuesto: ¿cómo hubiera sido la historia de Chile en caso de no haber sufrido el golpe militar de Pinochet en 1973?

Como ven, Sofía y Antonio, le copié a IA la fórmula ésta de escribir una carta para contarles mi experiencia lectora de La suma de los días. Si fueron observadores, este acto intelectovisual lo hice mientras tú, Sofía, vivías las semanas inclementes de tu llegada a Washington DC para integrarte a la OEA, buscabas departamento, esperabas a Ana Luisa y maldecías a medio mundo; y tú, Antonio, te aclimatabas a tu nueva familia en San Francisco en tu experiencia escolar y laboral en Berkeley. Por tanto, hijo, es muy probable que en tu camino por esa ciudad te encuentres a tu vecina Isabel Allende, dice que vive “…en el condado de Marin, al norte de San Francisco, a veinte minutos del puente del Golden Gate, entre cerros dorados en verano y color esmeralda en invierno, en la orilla oeste de la inmensa bahía. En un día claro podemos ver a lo lejos otros dos puentes, el perfil difuso de los puertos de Oakland y San Francisco”. ¿Ya te ubicaste?

Sin embargo, debo confesarle a ambos que en realidad estas cuartillas las he escrito con otro propósito. Su finalidad es didáctica: se las voy a leer a mis alumnos de la UPIITA, que cursan el tercer semestre, y se las enviaré por correo electrónico, como un ejemplo ―nada ejemplar, por cierto― de reseña crítica, para que ellos tengan un faro que los guíe y resuelvan con éxito el trabajo que deberán redactar como parte de su segundo examen departamental de su materia Técnicas de la comunicación. Igual y no leen un libro ni presentan una reseña crítica, pero por lo menos les darán ganas de elaborar una carta para su novia, para su novio o para su amante.
Gracias, Sofía y Antonio, por su complicidad.

J. Antonio Galván P.
Zacatenco y Tláhuac

domingo, 16 de septiembre de 2007

Juvenal Acosta, El cazador de tatuajes

La semana del 8 al 15 de septiembre recorrí, en mis ratos libres y un poco antes de dormir, los surcos marcados por esta historia.

No había leído nada de este autor, es más, ni siquiera lo conocía. Pero una mañana de sábado llegó a mis manos gracias a la maestra Alicia Herrera, máxima autoridad de la enseñanza de la literatura en el Instituto México. Al prestármelo me dijo algo así como: “Para que sigamos entendiendo el mundo de los jóvenes”.

Desde ese momento supe que lo debía leer, certeza que se reafirmó al pasar mi vista sobre la portada que contiene una recomendación de Juan García Ponce: “Una novela en la mejor tradición de la literatura erótica y filosófica”.

Así entré al mundo de El cazador de tatuajes, nombre que se da el narrador de la historia, su historia: profesor de literatura mexicano que vive en San Francisco, California, y que, en el tiempo del relato, está dedicado a preparar un estudio sobre la obra de Juan García Ponce, actividad que debe dejar en segundo término para poder vivir el frenesí de sus dotes seductoras que lo llevan, al mismo tiempo, a la conquista de cuatro mujeres que serán su alfa y su omega, su máximo trofeo y su perdición.

Con lujo de detalles, este Cazador relata sus encuentros personales e íntimos con Marianne, fotógrafa inglesa a la que conoce en Nueva York; Sabine, argentina; Constancia, pintora mexicana; y la Condesa, vampiresa que descubre en un lugar gótico de San Francisco.

El Cazador aclara que éstas no han sido sus únicos trofeos de seducción, pero sí sus triunfos más significativos en ese arte que, por ser tal, sólo algunos pueden practicar.

Junto con el relato pormenorizado de sus encuentros erótico-lujuriosos, el Cazador nos da a conocer su fetichismo por los tatuajes y el significado de éstos: “El tatuaje no es un signo impreso sobre la piel sino sobre la idea que uno tiene de sí mismo”.

Y en un contrapunto de vivencias y frases contundentes, somos testigos no sólo de las grandezas del Cazador sino de su destrucción al tocar el fondo de su propio laberinto.

Laberinto construido por sus “Cuatro ciudades eróticas que juntas forman la capital de mi universo confundido” —dice el Cazador a sus 35 años. Una ciudad es cósmica, aérea, sin fronteras; la segunda, es la ciudad de agua fundada sobre el agua; la tercera, es la ciudad occidental de Apocalipsis, fuego negro; y la última, la ciudad del sur, tierra del futuro incierto.

Tenía razón García Ponce: novela erótica y filosófica, que nos permite caminar como lectores el filo de la navaja que a la derecha tiene al erotismo y a la izquierda a la lujuria, o al revés, al fin y al cabo da lo mismo.

Esta lectura estuvo marcada por la tristeza inmensa de saber que Sofía, mi hija, parte en unos días a Washington, D. C. a seguir labrando su camino y su vocación por los Derechos Humanos.

J. Antonio Galván P.
Colonia Moderna,
16 de septiembre del 2007

sábado, 8 de septiembre de 2007

Isabel Allende, Eva Luna

Primero debo reconocer un pecado: nunca había leído una obra de Isabel Allende, a pesar de que en otro tiempo tuve entre mis manos libros como La casa de los espíritus o Los cuentos de Eva Luna. En verdad me arrepiento del tiempo transcurrido sin hincarle el diente al mundo literario de la autora chilena.

La novela Eva Luna la compré en febrero en una librería de San José de Costa Rica y se la dejé a mi hija en su estancia por esa ciudad (entre febrero y agosto del 2007) pues supuse que serviría como objeto de acercamiento entre ella y la chilena con la vivió tres meses, María Paula. La literatura tiene la magia de unirnos en la conversación, en la descripción de los paisajes y los lugares o en la interpretación de la psicología de los personajes. Sin embargo, mi hija trajo a México el libro tal y como se la dejé: envuelto en un celofán.

La noche del 27 de agosto empecé a leer la obra y la terminé la noche del 6 de septiembre. Recorrí sus páginas atrapado en las redes del lenguaje de Isabel Allende y de las acciones de los protagonistas, presentados en dos mundos paralelos: Eva Luna y Rolf Carlé. Ella en un país de América del Sur (Chile, casi seguro) y él en su infancia y adolescencia en Austria. Las coincidencias propias de la vida y recobradas por la literatura habrían de unirlos muchos años después en ese país sudamericano.

¿En qué reside la magia de la protagonista? En su capacidad para inventar y contar historias lo que le permite crear un mundo menos lamentable que el que vive en realidad y volverse indispensable, por eso, para la gente que la rodea.

¿En qué reside la magia de la obra? En la sencillez con que son presentados los personajes y los hechos. No hay vericuetos en el desarrollo, sino episodios que se van engarzando uno a otro en un tratamiento a dos planos-personajes: Eva y Rolf. Esta sencillez es aderezada con un leguaje por demás rico en el uso de recursos literarios. Por momentos parecía que el lector estaba ante lo real maravillo de Carpentier o ante el realismo mágico de García Márquez.

Y así, sin contratiempos ni sobresaltos ni momentos de tensión extrema, fui testigo de una parte de la vida de Eva Luna; desde los antecedentes de su nacimiento hasta su madurez. Vida que recorre junto a Consuelo, su madre, y a la muerte de ésta (cuando Eva tenía seis años) junto a su Madrina, Elvira, Huberto Naranjo, la Señora, Melecio (que luego será Mimí) Riad Halabí, Zulema, Kamal, la maestra Inés, la yugoslava, el coronel Tolomeo Rodríguez y Rolf Carlé. Y cómo de estas relaciones con los otros Eva pasa de chiquilla casi abandonada a adolescente analfabeta y luego a escritora de telenovelas.

En contrapunto, también aprecio el desarrollo de Rolf y su mundo familiar en Austria (su padre el profesor Carlé, su madre y sus hermanos, Jochen y Katharina) y en América, sus tíos Rupet y Burgel, sus primas, Aravena y Eva Luna.

Tanto Huberto Naranjo como Aravena se convertirán en el puente que unirá las vidas y los destinos de los protagonistas.

A partir de tan gratificante experiencia lectora, seguiré recorriendo los mundos literarios de Isabel Allende y complementándolos con aquellos que nos ofrecen otras dos escritoras latinoamericanas: la mexicana Ángeles Mastretta y la colombiana Laura Restrepo.

J. Antonio Galván P.
Zacatenco
8 de septiembre del 2007

domingo, 26 de agosto de 2007

Guillermo Arriaga, El búfalo de la noche

Durante mucho tiempo busqué este libro. Lo encontré la madrugada del lunes 20 de agosto del 2007 en el aeropuerto de la Ciudad de México. Leí sus primeras 20 páginas como un encarte de la revista Proceso. Ahí empezó mi interés que tuvo que aguardar algunos meses hasta dar con el libro. Supe, también, que ya se rodaba la película protagonizada por Diego Luna. Entonces me invadió una angustia por leer el libro antes de que la imposición de la imagen cinematográfica me grabara la visión de los personajes.

Del 21 al 26 de agosto me complací al leer El búfalo de la noche, la novela de Guillermo Arriaga (extraordinario guionista de Amores perros, 21 gramos y Babel), en la que nos presenta el triángulo formado por Tania Ramos, Gregorio Valdés y Manuel Aguilera. Éste se convierte en el narrador de una historia de locura-lujuria que no sólo atrapa a los tres mencionados sino que se extiende a Rebeca, Margarita y muchas otras.

En las primeras páginas sabemos del suicidio de Gregorio y, a partir de ahí, pasamos a un relato que va del presente al pasado y vuelta al presente en el que Manuel nos cuenta las distintas versiones de la locura de Gregorio, de Tania y de su propia locura.

Arriaga, con su habilidad de cineasta, es vasto en sus descripciones. Por ello el lector parece estar ante la una gran pantalla en la que se van mostrando una a una las imágenes de los distintos personajes. Por ello, el lector-espectador ve las acciones y personalidades de Laura (hermana de Tania) y a sus padres, a Margarita (hermana de Gregorio) y a sus padres, a las amigas de Manuel, y a los habitantes del motel Villalba, encabezados por su propietario Camariña, siempre solidario con Manuel.

Fui el habitante vouyerista del cuarto 803 del motel Villalba en el que se desarrollan las más importantes y lujuriosas acciones. Al parecer, todas ellas, marcadas por la locura de Gregorio que, con su muerte, marca no sólo su vida sino la de todos los personajes que le dan forma a El búfalo de la noche.

No puedo, como lector, dejar de mencionar los días que viví junto con el disfrute de esta novela: la partida de mis hijos, Sofía a cumplir su misión como observadora de la OEA en las elecciones de Guatemala y la notificación, el jueves 23, de ganadora de una beca en la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, para estar un año en Washington. Y de Antonio, para disfrutar de otra beca que le dio la UNAM para ser alumno de la Universidad de Berkeley, en San Francisco, California. Todo ello aderezado por mi presentación, el martes 21, de mi examen de grado para obtener mi diploma como maestro.

Literatura que se mezcla con la realidad, realidad que al ser vivida parece una página literaria.

J. Antonio Galván P.
Colonia Moderna
26 de agosto del 2007

lunes, 20 de agosto de 2007

Luis Leante, Mira si yo te querré

Premio Alfaguara 2007

Del 8 al 17 de agosto me di a la tarea de leer esta novela. De su autor no tenía ninguna referencia, así que sólo la leí por ser la ganadora, por mayoría de votos, de este premio que año con año otorga la editorial Alfaguara.

La historia que se narra en Mira si yo te querré es, como la vida misma, una sucesión de coincidencias.

La vida de los personajes principales, Montserrat Cambra y Santiago San Román está marcada, justamente, por la línea que los junta y las muchas líneas que los separan. Gracias a la primera se conocen, y por culpa de las otras se desunen hasta volverse nuevamente a encontrar en las condiciones que hacen de su relación un imposible.

Espacio que va de Barcelona al desierto del Sahara y que, en un tiempo convulso, nos permite ser testigos-lectores de las acciones de los personajes.

Vemos caminar a Montse, colegiala y luego profesionista de la medicina. Hija de un matrimonio conservador y con alto prestigio social, esposa ejemplar de Alberto y madre de Teresa, pero sobre todo mujer enamorada para siempre de Santiago.

Vemos caminar a Santiago, el analfabeto funcional que esconde su procedencia en la verbalización de su mundo imaginario, el legionario que se va al Sahara a tratar de conservar para España su posesión en el desierto, el amigo de los saharauis que termina siendo uno de ellos hasta perder su identidad y convertirse en demonio.

Mira si yo te querré nos permite palpar las diferencias de los mundos y las culturas que sólo son unidos por el pegamento de la amistad. Creo que ésa es la mayor contribución de esta obra literaria: voltear la vista al entramado firme que se teje por y gracias a los amigos.

J. Antonio Galván P.
20 de agosto del 2007
Tláhuac, D. F.

sábado, 24 de febrero de 2007

Laura Restrepo, La novia oscura

El 2007 comenzó mi año de lectura un poco retrasado, pues lo empecé el 9 de enero con La novia oscura, de Laura Restrepo. Y no sólo hubo un retraso sino una lentitud lectora, pues concluí sus 448 páginas el 21 de febrero.

Después de mucho buscar esta novela y de haber perdido las esperanzas de hallarla, una noche mágica de diciembre del 2006 fui a la Gandhi y nomás por no dejar le pregunté al dependiente: “¿Tendrá La novia oscura?” Cuando vi cierta luz en su rostro supe que mi búsqueda había terminado. Me dijo: “Nos llegaron de importación cuatro ejemplares argentinos y sólo nos queda uno. Ahorita se lo traigo”. Se fue y regresó con el libro. Ahí empezó una especie de “apego al objeto”, quizá por eso tardé tanto en recorrer sus cauces.

Mi actividad lectora tuvo dos escenarios: la Ciudad de México y San José de Costa Rica. Por ello estuvo marcada por el dolor de haber acompañado a mi hija para que en esa ciudad de Centro América siga afianzando su vocación en la defensa de los Derechos Humanos. Ver el objeto-libro me remonta a esos días (del 2 al 7 de febrero) que sirvieron de espacio temporal para desprenderme por un semestre de los afectos cotidianos de La China.

¿Qué nos da La novia oscura? Primero, el goce de una historia contada por una periodista (anónima) que decide reconstruir —vía los relatos de los que la conocieron— la vida del personaje en sus tres tiempos: como niña-Sayonara-Amanda. Los días, las acciones, los sentimientos, las preocupaciones, los amores, los pesares y las felicidades de la protagonista son reconstruidos por el recuerdo hecho voz de Sacramento, Todos los Santos, Olguita, la Tana, la Fideo, Julio Montilla, el doctor Antonio María Flórez y Frank Brasco, entre otros, cuyo destino y vida pareciera que sólo tuvo una razón de ser: dar testimonio para que el lector conozca el misterio de Sayonara y su paso por la Catunga, en la ciudad de Tora, en donde ejerce el cumplimiento de su destino como prostituta.

Como todas las historias en las que el amor se convierte en germen de la fatalidad, en ésta el triángulo Sacramento-Sayonara-Payanés es el que marca los derroteros.

Te invito a que los descubras. Aprovecha que La novia oscura ya se edita y distribuye en México. Déjate seducir por los encantos de dos geishas colombianas: la novia de la Catunga (Sayonara) y la pluma mágica de la escritora (Laura Restrepo).

J. Antonio Galván P.
Tláhuac
24 de febrero del 2007