A Mateo, habitante reciente de este mundo,
orgullo del nepotismo de Olivia y Paco.
La lectura de esta novela fue por demás lenta, tardada. La inicié la madrugada del domingo 20 de julio en la sala de espera del aeropuerto José Martí, de La Habana, y la concluí la mañana del viernes 26 de septiembre. Muchos sucesos en ese ínter: la China pasó de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, en Washington, a la Universidad de Notre Dame, en Indiana, pero antes estuvo tres semanas en México; Calderón presentó, por escrito, su segundo informe de ¿gobierno?; el movimiento lopezobradorista acentuó su decadencia tanto como la economía en Estados Unidos; el 15 de septiembre, en la plaza Melchor Ocampo, de Morelia, Michoacán, la Patria parió a uno de sus hijos más indeseados: el terrorismo. Y en medio de esa batahola me encontraba metiéndole el diente a este libro que (el 17 de mayo) me regaló la maestra Regina León.
Al principio El corazón helado se me hizo una novela pesada y compleja, aún más si consideramos que cuenta con 933 páginas: pareciera que fuera testigo de hechos y personajes inconexos en el tiempo y en el espacio. Relato que va del presente al pasado y que a cada momento va marcando paréntesis para contar otra parte de la historia de los personajes, a fin de que el lector tenga todos los hilos. Sin embargo, el exceso de explicaciones y descripciones alarga y retrasa la lectura.
La novela se presenta en dos frentes: por un lado, la familia Carrión Otero y, por otro, la familia Fernández Muñoz. Se concentra en sus personajes principales: Álvaro Carrión Otero y Raquel Perea Fernández. Álvaro es el narrador de un trecho de la historia: el que corresponde a la vida de su padre, Julio Carrión González, que, curiosamente, inicia con el entierro de éste en el cementerio de Torrelodones. El otro trecho es relatado por un narrador objetivo que, a partir de la niñez de Raquel Perea Fernández nos inmiscuye en la vida de sus abuelos, sus tíos, sus padres.
Así, con estas dos vías, somos testigos de una traición: la de Julio Carrión González hacia los miembros de la familia Fernández Muñoz. Si bien la historia en general transcurre en casi un siglo, de 1911 a 2005, las acciones más significativas van de 1935 a 1947 en escenarios diversos: Madrid, París, Toulousse… y tienen como telón de fondo la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, así como la España gobernada por Franco y las secuelas de su muerte en noviembre de 1975.
El corazón helado es, antes y después de todo, una historia de amor: el que se da entre Álvaro y Raquel, primos lejanos, que son los encargados de reconstruir el pasado de sus familias y dar sentido a las coincidencias que los unen y al pasado que los separa. Pero también es un mosaico de las brutalidades del fascismo y de los excesos de la guerra, una llamada de atención a la memoria histórica de los españoles, en particular, y a la de los seres humanos, en general.
Interesante novela de Almudena Grandes, creadora de personajes entrañables, además de los protagonistas: los Mateo Fernández (abuelo, padre e hijo), Anita, los Ignacio (padre e hijo), Paloma, Casilda, María, Carlos y la muy querida profesora revolucionaria Teresa... Y por el lado de los Carrión: Julio el mago traidor, su suegra Mariana, su esposa Angélica y sus hijos Rafael, Julio, Angélica y Clara, así como Mai, esposa de Álvaro y su hijo Miguelito.
Ármate de valor y pasa tu vista por esta apasionante novela. Si ya visitaste Madrid recorrerás nuevamente sus calles, edificios y plazas. Si no, déjate llevar por esta historia para que conozcas no sólo la capital española sino una parte de su vida reciente.
Maestra Regina León, cuando usted me regaló este libro anotó: “Con mucho cariño y esperando le guste tanto como a mí”. Gracias por su cariño y, desde luego que la disfrute tanto como usted.
José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
28 de septiembre del 2008
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