viernes, 10 de octubre de 2008

Carlos Ruiz Zafón, El juego del ángel


Para Antonio Valentín
en su 24 aniversario

De la mañana del 26 de septiembre a la madrugada del 9 de octubre leí esta novela, que es la más reciente del escritor español Carlos Ruiz Zafón. De él había leído La sombra del viento (ver entradas antiguas de este Separador).

El juego del ángel no es la continuación de La sombra del viento: es su antecedente. Se sitúa en Barcelona, entre 1900 y 1930, a partir de las acciones de su protagonista y narrador: David Martín, joven aprendiz de periodismo que da un salto para convertirse en escritor. Aquí empieza la historia cuando él se ve atrapado por su tutor, el empresario Pedro Vidal, escritor sin talento pero con abolengo, dinero e influencias; luego por los editores Barrido y Escobillas, que convierten a David en un explotado escritor a destajo; y, por último, el fantasma del editor Andreas Corelli, el ángel juguetón, que llevará a David Martín a correr graves riesgos para su vida como persona y como narrador.

Junto con su vocación de escritor, el protagonista nos cuenta el inmenso amor que siente por Cristina y cómo deja de considerar el enamoramiento que hacia él tiene Isabella, a quien conducirá poco a poco a unir su vida con el joven Sampere, hijo de su librero, amigo y protector: el señor Sampere.

Diversos personajes vivos y muertos entran en acción en esta novela. Muchos de sus pasajes son como una ficción dentro de la ficción, lo que le resta validez y credibilidad al relato. Por momentos el lector parece atrapado en una telaraña donde ciertos personajes se desdoblan (como el escritor Diego Marlasca y el investigador policiaco Ricardo Salvador) y las acciones de David en busca de una “verdad” que él se empeña en conocer al sentirse involucrado en una especie de “designio maléfico” (si es que tal expresión es válida) permiten ir conociendo a muchos otros personajes que algunos creían ya desaparecidos: el propio Diego Marlasca, Jaco, Roures e Irene Sabino, entre otros. Pero también algunas acciones que fueron tendidas como rieles quedan sin resolución en la historia.

En esta obra, como en La sombra del viento, entramos al laberinto oscuro, vetusto y elitista: el Cementerio de los Libros Olvidados. Aquí conoceremos de pasada a Isaac Monfort, que se convertirá en personaje nodal en esa obra (otro será el librero Gustavo Barceló o el hijo del librero Sampere).

Una de las virtudes narrativas de Carlos Ruiz Zafón es hacernos caminar, nuevamente, por las angostas calles de Barcelona, a veces sudorosos por el calor infernal y la falta de brisa, y otras muertos de frío, cubiertos de niebla y congelados hasta los huesos por la baja temperatura; o por hacernos escuchar nítidamente las campanas de la Catedral de Santa María del Mar.

El juego del ángel, a pesar de la opinión en contrario de su creador, es una novela de menor talante que La sombra del viento, por ello, y por el bien de la imagen del autor sería recomendable leerlas no por su orden de aparición en las librerías sino por la secuencia de la historia: donde acaba El juego inicia La sombra.

Aparador (o citas citables):

“―Todo es un cuento, Martín. Lo que creemos, lo que conocemos, lo que recordamos e incluso lo que soñamos. Todo es un cuento, una narración, una secuencia de sucesos y personajes que comunican un contenido emocional. Un acto de fe es un acto de aceptación, aceptación de una historia que se nos cuenta. Sólo aceptamos como verdadero aquello que puede ser narrado”. (p. 187)

“―Ah, intelectuales. Y usted quería que contratase a uno. ¿Por qué será que cuando menos tiene que decir alguien lo dice de la manera más pomposa y pedante posible? ―preguntó Corelli― ¿Será para engañar al mundo o a sí mismos?
“―Posiblemente las dos cosas”. (p. 289)

“―La inspiración acude cuando se pegan los codos a la mesa, el culo a la silla y se empieza a sudar. Elige un tema, una idea, y exprímete el cerebro hasta que te duela. Eso se llama inspiración”. (p. 296)

“―Este lugar [el Cementerio de los Libros Olvidados] es un misterio. Un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron en él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo lector, un nuevo espíritu…” (p. 653)

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
10 de octubre del 2008

1 comentario:

angeles y luz dijo...

Es verdad y de haber sabido esa verdad no te hubiera dado a la Sombra pero... como me dijo el Sr. de los libros en Gandhi..."nos temos que conformar con lo que nos llega