A la memoria de Oralia Munguía Moctezuma,
la tía que nos dio con su palabra y su cariño
la posibilidad de sentirnos parte de una familia.
¡Hasta siempre, Yaya!
La lectura de El desfile del amor fue por demás accidentada. La inicié el 30 de noviembre del 2008 y la concluí la mañana del sábado 3 de enero del 2009. En ese ínterin muchas cosas sucedieron: que el fin del semestre, que la llegada de Sofía procedente de Notre Dame, que una fiesta más otra fiesta, más otra fiesta… hasta llegar a la tarde-noche del domingo 28 de diciembre cuando la tía Oralia decidió que era tiempo de partir. Por eso esta actividad lectora fue tortuosa, interrumpida y lenta.
Ello me provocó no hincarle bien el diente a esta historia. Es, quizá, una de las que más he querido concluir y al paso de las páginas parecía alargarse más y más hasta casi el infinito.
Sin embargo, me mantuve firme en la lectura pues nunca había leído una obra de Sergio Pitol; sí, único lector, aunque tú no lo creas esa oportunidad no me la di en el pasado, a pesar de saber que Pitol es uno de los más grandes escritores mexicanos vivos.
En El desfile del amor los hechos ocurren en torno a una fecha: el 14 de noviembre de 1942, cuando el joven Erich María Pistaeur es asesinado a las afueras del edificio Minerva, en la Ciudad de México. En ese hecho criminal, además, resultan heridos el hijo de Delfina Uribe y un periodista de apellido Balmorán.
En 1973, a su regreso a México, el historiador Miguel del Solar, se da a la tarea de reconstruir ese evento, con el propósito de escribir el libro El año 42, al que consideraba como clave para entender el presente de su país, pues, según el historiador, en el 42 habían confluido sucesos diversos que prefiguraban la vida política de México en el primer lustro de la década de los 70.
El interés de Del Solar está determinado porque él era un habitante del edificio Minerva cuando ocurrió el fatal suceso de noviembre del 42, sólo que era un niño de apenas 10 años, por lo que su memoria no podía registrar con exactitud a todos los actores y mucho menos los hilos que los movían a la acción.
Gracias a entrevistas, Del Solar busca entender y desmembrar los acontecimientos, así como identificar a los actores, pero las opiniones de éstos más que aclarar la historia la enredan, pues cada uno parece justificarse moral e históricamente manchando la imagen de los otros; todos están de acuerdo en el parteaguas que representó en su vida el 14 de noviembre de 1942, pero también pareciera que todos quisieran o bien olvidarlo o hacerlo aún más complejo.
Como lectores, escuchamos las versiones de Eduviges Briones, tía de Del Solar, del pintor Julio Escobedo y su esposa Ruth, del periodista (luego librero) Belmorán, de la hija de Ida Werfel y de la empresaria galerista Delfina Uribe. Todas ellas parecen contraponerse para llenar de humo el suceso-motivo de la novela. A Del Solar le corresponde preguntar, apuntar e ir atando los cabos para dar contexto y sentido a lo que sucedió en el edificio Minerva “[…] pues en él se habían alojado refugiados de distintas nacionalidades, corrientes y matices. Además de los extranjeros, en aquel edificio convivían, hacia los años cuarenta, familiares de revolucionarios mexicanos con gente ligada a la reacción más extrema”. (p. 75)
José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
4 de enero del 2009
la tía que nos dio con su palabra y su cariño
la posibilidad de sentirnos parte de una familia.
¡Hasta siempre, Yaya!
La lectura de El desfile del amor fue por demás accidentada. La inicié el 30 de noviembre del 2008 y la concluí la mañana del sábado 3 de enero del 2009. En ese ínterin muchas cosas sucedieron: que el fin del semestre, que la llegada de Sofía procedente de Notre Dame, que una fiesta más otra fiesta, más otra fiesta… hasta llegar a la tarde-noche del domingo 28 de diciembre cuando la tía Oralia decidió que era tiempo de partir. Por eso esta actividad lectora fue tortuosa, interrumpida y lenta.
Ello me provocó no hincarle bien el diente a esta historia. Es, quizá, una de las que más he querido concluir y al paso de las páginas parecía alargarse más y más hasta casi el infinito.
Sin embargo, me mantuve firme en la lectura pues nunca había leído una obra de Sergio Pitol; sí, único lector, aunque tú no lo creas esa oportunidad no me la di en el pasado, a pesar de saber que Pitol es uno de los más grandes escritores mexicanos vivos.
En El desfile del amor los hechos ocurren en torno a una fecha: el 14 de noviembre de 1942, cuando el joven Erich María Pistaeur es asesinado a las afueras del edificio Minerva, en la Ciudad de México. En ese hecho criminal, además, resultan heridos el hijo de Delfina Uribe y un periodista de apellido Balmorán.
En 1973, a su regreso a México, el historiador Miguel del Solar, se da a la tarea de reconstruir ese evento, con el propósito de escribir el libro El año 42, al que consideraba como clave para entender el presente de su país, pues, según el historiador, en el 42 habían confluido sucesos diversos que prefiguraban la vida política de México en el primer lustro de la década de los 70.
El interés de Del Solar está determinado porque él era un habitante del edificio Minerva cuando ocurrió el fatal suceso de noviembre del 42, sólo que era un niño de apenas 10 años, por lo que su memoria no podía registrar con exactitud a todos los actores y mucho menos los hilos que los movían a la acción.
Gracias a entrevistas, Del Solar busca entender y desmembrar los acontecimientos, así como identificar a los actores, pero las opiniones de éstos más que aclarar la historia la enredan, pues cada uno parece justificarse moral e históricamente manchando la imagen de los otros; todos están de acuerdo en el parteaguas que representó en su vida el 14 de noviembre de 1942, pero también pareciera que todos quisieran o bien olvidarlo o hacerlo aún más complejo.
Como lectores, escuchamos las versiones de Eduviges Briones, tía de Del Solar, del pintor Julio Escobedo y su esposa Ruth, del periodista (luego librero) Belmorán, de la hija de Ida Werfel y de la empresaria galerista Delfina Uribe. Todas ellas parecen contraponerse para llenar de humo el suceso-motivo de la novela. A Del Solar le corresponde preguntar, apuntar e ir atando los cabos para dar contexto y sentido a lo que sucedió en el edificio Minerva “[…] pues en él se habían alojado refugiados de distintas nacionalidades, corrientes y matices. Además de los extranjeros, en aquel edificio convivían, hacia los años cuarenta, familiares de revolucionarios mexicanos con gente ligada a la reacción más extrema”. (p. 75)
José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
4 de enero del 2009
3 comentarios:
ay papito!! que bonita dedicatoria. Deberias de compartirla con mi tio Carlos... te quiero mucho!!!!!!
Este libro por lo que leí su reseña se ve que trata las condiciones de vida que tenemos, de nuestra condición como país y la de los demás y la verdad tiene un titulo muy interesante ya que no inspira el tema en concreto pero seria muy interesante leerlo
Podrias decirme donde puedo leer este libro en linea?
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