martes, 19 de febrero de 2008

Ana Clavel, Cuerpo náufrago

La lectura de esta obra la realicé del 15 de febrero al 1 de marzo del 2008. Tenía previsto concluirla el 29 de febrero para celebrar, simbólicamente, y aprovechar este año bisiesto. Pero el cansancio y el sueño dieron al traste con esta pretensión.

Ana Clavel nos lleva por el mar agitado de una parte de la vida de Antonia (Antón) que inicia justo una mañana que ella se despierta y descubre que ha dejado de ser mujer y ahora su mente, su espíritu, su ser... habitan el cuerpo de un hombre.

Así, esta especie de Gregorio Samsa mexicano y posmoderno comienza a ajustar el rumbo de sus actividades y su vida para aprender a disfrutar su nueva realidad.

Los azares y las coincidencias de su tránsito en la búsqueda de sus nuevos asideros, llevan a Antonia a encontrar a un viejo amigo: Francisco, quien la acerca a otras personas que pasarán a formar parte de su microcosmos social: Carlos, Raimundo, Malva, Claudia, Paula...

Su reciente apariencia, sexo y personalidad la llevan a descubrir una especie de fetichismo externo y su obsesión por lo mingitorios, objetos que se convertirán en un hilo conductor que guiará los actos de Antón y sus amigas y amigos.

Terminé de leer esta obra mientras me transportaba (el sábado 1 de marzo) en un taxi. Iba leyendo con mucho interés las que sabía eran las últimas páginas cuando de repente la obra llegó al final, así, abruptamente, sin mediar explicaciones ni resoluciones ni estertores. Entonces me sentí como un lector náufrago.

Rescato, por último, dos enseñanzas de Ana Clavel:

1. La Quinta Ley de Newton: “Por más que te esfuerces siempre caerá una gota fuera de lugar”. (Aplica sólo para hombres).
2. En el reino del albur, todo tuerto tiene al menos dos ojos.

J. Antonio Galván P.
Tláhuac-Colonia Moderna
19 de febrero del 2008

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