En diciembre del 2006 me regalé este libro. Empecé a leerlo en dos ocasiones, pero no le pude clavar el diente. La tercera fue la vencida, y ésta inició el 18 de marzo del 2008 y concluyó nueve días después: la tarde del jueves 27.
Supuse, y no me equivoqué, que esta historia se inscribía en la temática que tanto le gusta a Héctor Aguilar Camín: novelar pasajes de la historia de México basados en la política, así como sucede en Morir en el Golfo, La guerra de Galio o El resplandor de la madera.
La conspiración de la fortuna es el relato de una amistad, la que se da entre el personaje principal, Santos Rodríguez, y un periodista (cuyo nombre nunca se menciona) que lo cuenta. Éste se convierte en testigo, personaje y relator. La historia abarca casi medio siglo, desde que Santos es ingeniero constructor y requiere del periodista para sensibilizar a los habitantes de un pueblo, para que permitan la “desaparición” de éste a cambio de los beneficios que les traerá la construcción de una presa. Ahí arranca la amistad entre estos personajes y los deseos de Santos por acceder a los círculos privilegiados del poder.
Entonces aparece la política, sus angostos callejones y sus anchas avenidas, que serán recorridos uno a uno por Santos Rodríguez en el microcosmos armado pieza a pieza por la pluma de Aguilar Camín.
Así nos enteramos de las múltiples vidas de Santos: el amigo, el ingeniero exitoso, el político soberbio, el fundador de su primera familia (con su esposa Adelaida y sus tres hijos: Santos, Sebastián y Salvador), el fundador de su segunda familia (con su amante Silvana y su hijo Salomón), el marido por conveniencia, el adúltero por amor, el personaje al que la fortuna le da la espalda en dos ocasiones.
La historia, política y amistosa, tiene como contexto un país: México, y sus avatares en la búsqueda del progreso, mismo que nunca cuaja para las mayorías sino sólo para aquellos que tienen el acceso a la función pública, los grandes negocios dentro y fuera del gobierno, el poder de las armas o el poder de los negocios al margen de la ley (el narcotráfico).
Asistimos, pues, a las distintas escenas en las que se hilvanan los hilos que poco a poco van uniendo los retazos de las vidas de Santos Rodríguez. Escenas bien logradas aunque al final quedan algunos cabos sueltos que el escritor no logra amarrar ni cortar.
La lectura de este libro tuvo como telón de fondo al propio México que se sigue tropezando en los escalones que conducen al progreso: que si el gobierno panista quiere privatizar Pemex, que si los lopezobradoristas se oponen, que si los perredistas son tan tramposos como los priístas, que si… Y otro más personal: el ascenso del doctor Ruperto Patiño a la Dirección de la Facultad de Derecho de la UNAM, razón por la cual esta lectura y estas líneas están dedicadas a él por tan importante logro académico y como agradecimiento por lo ha hecho a favor de la familia de este lector-amanuense.
J. Antonio Galván P.
Colonia Moderna
27 de marzo del 2008
Supuse, y no me equivoqué, que esta historia se inscribía en la temática que tanto le gusta a Héctor Aguilar Camín: novelar pasajes de la historia de México basados en la política, así como sucede en Morir en el Golfo, La guerra de Galio o El resplandor de la madera.
La conspiración de la fortuna es el relato de una amistad, la que se da entre el personaje principal, Santos Rodríguez, y un periodista (cuyo nombre nunca se menciona) que lo cuenta. Éste se convierte en testigo, personaje y relator. La historia abarca casi medio siglo, desde que Santos es ingeniero constructor y requiere del periodista para sensibilizar a los habitantes de un pueblo, para que permitan la “desaparición” de éste a cambio de los beneficios que les traerá la construcción de una presa. Ahí arranca la amistad entre estos personajes y los deseos de Santos por acceder a los círculos privilegiados del poder.
Entonces aparece la política, sus angostos callejones y sus anchas avenidas, que serán recorridos uno a uno por Santos Rodríguez en el microcosmos armado pieza a pieza por la pluma de Aguilar Camín.
Así nos enteramos de las múltiples vidas de Santos: el amigo, el ingeniero exitoso, el político soberbio, el fundador de su primera familia (con su esposa Adelaida y sus tres hijos: Santos, Sebastián y Salvador), el fundador de su segunda familia (con su amante Silvana y su hijo Salomón), el marido por conveniencia, el adúltero por amor, el personaje al que la fortuna le da la espalda en dos ocasiones.
La historia, política y amistosa, tiene como contexto un país: México, y sus avatares en la búsqueda del progreso, mismo que nunca cuaja para las mayorías sino sólo para aquellos que tienen el acceso a la función pública, los grandes negocios dentro y fuera del gobierno, el poder de las armas o el poder de los negocios al margen de la ley (el narcotráfico).
Asistimos, pues, a las distintas escenas en las que se hilvanan los hilos que poco a poco van uniendo los retazos de las vidas de Santos Rodríguez. Escenas bien logradas aunque al final quedan algunos cabos sueltos que el escritor no logra amarrar ni cortar.
La lectura de este libro tuvo como telón de fondo al propio México que se sigue tropezando en los escalones que conducen al progreso: que si el gobierno panista quiere privatizar Pemex, que si los lopezobradoristas se oponen, que si los perredistas son tan tramposos como los priístas, que si… Y otro más personal: el ascenso del doctor Ruperto Patiño a la Dirección de la Facultad de Derecho de la UNAM, razón por la cual esta lectura y estas líneas están dedicadas a él por tan importante logro académico y como agradecimiento por lo ha hecho a favor de la familia de este lector-amanuense.
J. Antonio Galván P.
Colonia Moderna
27 de marzo del 2008
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