jueves, 27 de noviembre de 2008

Juan Villoro, El libro salvaje


A Víctor Vallejo Verón, por las muchas generaciones
que aún deben saber de él, por él y con él los secretos
de las imágenes fotográficas y televisivas

La historia detrás del libro

Escribe Juan Villoro, en diversos pasajes de esta obra, que “los libros buscan a sus lectores”. Éste es el caso. El viernes 21 de noviembre fui a la librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo a comprar la última novela de Jorge Volpi, El jardín devastado; ahí ya estaba agotada. Salí con cierto grado de tristeza pero con la esperanza de encontrarla en los estantes del Fondo de Cultura Económica. Al entrar me pareció oír la voz de Juan Villoro. Voltee y lo vi cómodamente sentado en un mullido sillón allí, en medio de los anaqueles, los aparadores y los muchos libros del Fondo. Conversaba con una jovencita. Luego me di cuenta que una cámara de tv apuntaba hacia ellos. “Es una entrevista”, me dije.

Recorrí los pasillos en busca de mi presa hasta que la encontré. Mientras, escuchaba de manera entrecortada que Villoro hablaba de un tal Juanito y su gusto infantil por los programas de televisión, y que si ya entrado en edad se había interesado en la lectura, y que si el libro, y que si la historia, y que si la ficción… Le pregunté a uno de los vendedores si Villoro se refería a una obra en especial. Me dijo que sí, que hablaba de su texto más reciente: El libro salvaje. Se lo pedí y vi que corresponde a la colección “A la orilla del viento (libros para niños)”, una obra, además, ilustrada por Gabriel Martínez Meave. Dudé en adquirirla, pero como de Juan Villoro no había leído novelas (sólo artículos y reseñas sobre futbol), decidí comprarla.

Así es que esa misma tarde empecé a leerla, con un cierto alejamiento e imaginando que el lector no era yo con mis cuarenta y algo de años sino un adolescente de esta época, habitante de un mundo global en crisis, temeroso de la violencia en las calles y alejado totalmente de la actividad lectora, consumidor de videojuegos, a quien le aburren los choros de sus profesores y realizar las inútiles tareas escolares. Traté de ser fiel a mi decisión hasta la tarde del 26 de noviembre, cuando emocionado como un adulto menor mis ojos transitaron por los últimos surcos de la página 237 de esta novela-río.

El libro salvaje

El texto nos relata los pormenores que llevaron al protagonista a convertirse en lector. La historia es muy sencilla: debido a la separación de sus padres, Juan a los trece años es llevado a pasar sus vacaciones (dos largos meses) al domicilio de su tío Tito, quien vive en una vieja casona de la Ciudad de México, rodeado de libros y más libros, sólo acompañado por tres gatos: “uno era negro y se llamaba Obsidiana; otro era blanco y se llamaba Marfil; el hijo de ambos, mi favorito, era blanco con manchas negras y se llamaba Dominó”. Los antepasados de Tito y, por tanto, los de Juan, fueron grandes lectores que le heredaron a aquél no sólo una enorme y laberíntica casa sino lo que ella contenía: gran cantidad de ejemplares de todos los tipos, temas y tamaños.

Los personajes que actúan en esta historia (que podríamos ubicar hacia los años setenta del siglo pasado) son Juan (narrador adulto que nos cuenta lo que vivió cuando era adolescente), sus padres (ella fumadora empedernida y siempre agobiada por dolores de cabeza; él, constructor de puentes), su hermana Carmen (niña poseedora de gran cantidad de muñecos de peluche), su tío Tito (cercano a la tercera edad, que vive solo en la casa de los libros), Eufrosia (asistente del tío en labores domésticas) y Catalina, quien ayuda a sus padres en el negocio familiar (una farmacia) y que se convertirá en un personaje trascendente en esas vacaciones de Juan y en su vida futura.

Sería ocioso, por respeto a un probable lector de El libro salvaje, desentrañar las acciones de estos personajes, baste decir que es una historia que combina la realidad y la ficción cuyo propósito es invitar (sin recursos baratos) a los adolescentes o a los jóvenes a que se acerquen a la lectura, que se descubran como lectores príncipes y que se sumerjan en la alberca de emociones propia de los buenos textos literarios, o que vean a los libros como herramientas para conocer e interpretar el mundo que les rodea.

La narración corre a cargo de Juan: “Voy a contar lo que ocurrió cuando yo tenía 13 años. Es algo que no he podido olvidar, como si la historia me tuviera tomado del cuello”. El mayor atributo del otro Juan (Villoro) es haber dotado a su personaje del lenguaje propio de un adolescente, con sus gustos, temores, capacidad solidaria y, muy importante, situarlo en el umbral del mundo mágico de los que, por primera vez, se descubren enamorados.

Le invito, amigo/a lector/a a experimentar la sensación de volverse parte del juego literario en el que lo/la atrapa, con gran maestría, el señor Villoro. Recorra como adolescente o adulto adolescente o adulto en plenitud adolescente la trama de esta historia y su cierre circular.

Aparador (o citas citables)

«―Justamente quería volver a ese tema ―dijo él [Tito] muy entusiasmado―. Hay dos formas de que el libro llegue a ti: la normal y la secreta. La normal es que lo compres, te lo presten o te lo regalen. La secreta es mucho más importante: en ese caso es el libro el que escoge a su lector. A veces las dos se confunden. Crees que tú decidiste comprar un libro, pero en realidad él se puso ahí para que lo vieras y te sintieras atraído. Los libros no quieren ser leídos por cualquier persona, quieren ser leídos por las mejores personas, por eso buscan a sus lectores.» pp. 47-48

«El hombre tiene toda clase de problemas [Tito le dice a Juan], pero hay uno que me interesa mucho: no sabe medirse a sí mismo. Un sastre te mide por fuera sin ningún problema, pero el hombre se complica las cosas para medirse por dentro. Nos hace falta un sastre interior ―se metió un lápiz en la oreja, se rascó con fuerza y siguió hablando―: las calificaciones son el menú en un restaurante. Las matemáticas se me antojan tan poco como el puré de zanahorias. Merezco un cero en el tema. Como ves, hay algunas cosas en que no estoy tan mal: sé mucho de mitos y leyendas, lo suficiente de historia y hablo doce lenguas, incluyendo las vivas, las muertas y las enfermas (como el dialecto lleno de maldiciones que usan los policías en esta ciudad). Pero eso no quiere decir mucho. Las verdaderas calificaciones de alguien inteligente deberían ser éstas:
«Capacidad de conectar una idea con otra: diez.
«Capacidad de resumir lo que se aprendió: diez.
«Capacidad de pensar por tu cuenta lo que otro sabe: diez.
«El tío se quedó esperando una respuesta. Como no dije nada, agregó:
«―La mente es una máquina de pensar. Lo más importante no es atiborrarla de datos, sino aprender a usarla. Cada cabeza es una máquina distinta, así que cada quien tiene que usar su propio método para pensar.» pp. 55-56

[Diálogo entre Juan y su tío Tito]
«―¿Es posible que un libro cambie cuando lo lee otra persona? ―le pregunté.
«Le conté lo que había pasado con Catalina, sin mencionarla por su nombre.
«―Lo que dices es interesante, muy interesante ―dijo el tío; abrió el termo y el aire se llenó de olor a pipa―. Cada libro es como un espejo: refleja lo que piensas. No es lo mismo que lo lea un héroe a que lo lea un villano. Los grandes lectores le agregan algo a los libros, los hacen mejores. Pero pocas veces ocurre lo que dices. Cuando alguien modifica un libro para ti y tú puedes distinguirlo, significa que has llegado a la lectura en forma de río. Ningún río se queda quieto, sobrino, sus aguas cambian.» p. 75

[Tito]
«―Hay gente que cree que entiende un libro sólo porque sabe leer. Ya te dije que los libros son como espejos: cada quien encuentra ahí lo que tiene en su cabeza. El problema es que sólo descubres que tienes eso dentro de ti cuando lees el libro correcto. Los libros son espejos indiscretos y arriesgados: hacen que las ideas más originales salgan de tu cabeza, provocan ocurrencias que no sabías que tenías. Cuando no lees, esas ideas se quedan encerradas en tu cabeza. No sirven de nada.» p. 96

«―¡Qué rico huele! ―fue lo primero que dijo Catalina cuando la puerta se cerró detrás de nosotros.
«―¿Te gustan los cronopios dulces o salados? ―preguntó el tío.
«―No los he probado.
«―No me extraña: los acabo de inventar.
«―¿Qué son los cronopios? ―preguntó Catalina.
«―Un nuevo tipo de galleta con forma de animal fantástico. Cronopio viene de Cronos, dios del tiempo. Los salados traen recuerdos de otras épocas y saben a lágrima; los dulces provocan ilusiones y saben al azúcar de los tiempos futuros.
«―¿De dónde sacaste la receta? ―le pregunté al tío.
«―De unos cuentos de Julio Cortázar, inventor argentino.» p. 160

«Desde niño imaginaba que tenía amigos invisibles que se reunían de noche, pero no imaginé que esos amigos pudieran ser libros. Ahora lo sabía. Todo libro está dormido hasta que lo despierta el lector. Dentro vive la sombra de la persona que lo escribió.» p. 208

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
27 de noviembre del 2008

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Papá:

Estoy viendo la entrevista a la que te refieres en este separador. La transmiten en Milenio TV. Es domingo 30 de novienmbre, 20:30 hs.

Chino

Anónimo dijo...

Agradezco infinitamente tus palabras hacia la que sin ninguna duda fue mi seguna "Madre" y (citando a los grandes) "piedra angular de una dinastia Macondiana...Rosa Muñoz"; y se que aun cuando no tienes mucho contacto con los que durante los últimos 35 años, han venido desempeñando el noble oficio de ser mis padres, te recuerdan con mucho cariño ya que efectivamente para mi madre Carmen Rubin y mi padre Elpidio
Alvarado, eres un miembro mas de su familia sanguinea con todos los "beneficios" que esto conlleva.
Recuerdo tambien con mucho afecto, la dedicatoria de un libro que regalaste " ISRAEL, SUPERATE COMO ISRAEL, NO A TRAVES DE PATRONES QUE TE ANTECEDEN"... LIBRO QUE GUARDARE DURANTE MI CAMINO.
Reitero mi agradecimiento y recibe mi mas sicero agradecimiento y admiración, ya que tus palabras me ayudaron durante una de las epocas mas complicadas de mi vida.
Mil gracias "PADRINO"...
ISRAEL ALVARADO RUBIN

Anónimo dijo...

XD

Anónimo dijo...

pomgan el libro para descargar