I.
Este separador comenzó a ser escrito el 28 de julio de 2012. Se iba a titular Cinco lecturas, cinco. Abarcaba ese número de libros. Por alguna extraña razón se quedó durmiendo el sueño de los justos y no fue publicado. Los días pasaron y mis astros personales se dislocaron. Empezaron los acontecimientos inesperados. Ahora retomo lo que ya había escrito y relaciono las lecturas que se fueron sucediendo en el tiempo.
Sin duda, deberé cambiar la estrategia redactora, pues pareciera que cada vez tengo menos tiempo para llevar el registro pormenorizado de mis haceres lectores. Sin mayores pretensiones de análisis, solamente dejaré constancia de los libros leídos. Espero que mis lectores apoyen esta iniciativa.
II.
Esta tarde-noche, lluviosa, del 28 de julio de 2012 me he propuesto dejar encerrada la pereza y acabar con el clásico “mañana lo hago”. Quiero darme la satisfacción de escribirle a mis dos lectores. De volver a esta actividad de amanuense que me acerca a ustedes.
Ya pasaron las elecciones. Ahora nos encontramos en el tiempo poselectoral en el que lo único claro es que nuestro próximo presidente será un hombre alejado de la lectura, un ignorante de los placeres que produce el ir pasando la vista, poco a poco, por los surcos escritos. Octavio Paz decía que los políticos debían leer poesía para sensibilizarse y ser mejores personas. Hoy nos queda claro que no sólo poesía sino literatura en sus diversos géneros.
Como ustedes saben, yo prefiero la novela. Por ello, en esta ocasión les comparto brevemente mis últimas cinco experiencias. La primera es La edad de la punzada, de Xavier Velasco. La recorrí del 15 de abril al 21 de mayo. Se trata de un texto autobiográfico, Xavier nos cuenta en 406 páginas sus días de los 14 a los 17 años. Su desapego a la escuela, su vida de burgués empecinado en tener una moto (luego, un auto), sus mundos escolares y de barrio, sus enamoramientos y sus frustraciones amorosas.
Al protagonista, Xavier, el mundo le queda chico. Irse de pinta es una de sus mayores ambiciones, así como burlarse de todo lo que tenga que ver con la autoridad. Hacerse de lo material para presumirlo con sus compañeros y amigos es su máxima recompensa. El estudio le aburre, por ello escapa de él para tratar de conquistar a más de dos, o descubrir los placeres sexuales en revistas pornográficas, primero, y después en un cabaret.
Buena parte del relato es reiterativo, incluso previsible. Pero todo cambia cuando un suceso en la vida del padre de Xavier (quien tiene el mismo nombre) lleva al protagonista a darle un nuevo sentido a su existencia. Si bien su concepción del mundo no sufre grandes transformaciones, sí empieza a verse con otros ojos.
Esta es la primera lectura completa que hago de una obra de Velasco. El primer intento fue Diablo guardián, pero la abandoné por ahí del primer cuarto, aunque muchos me han dicho que sí vale la pena. Cuando acabe de leer las 486 obras que tengo pendientes, les aseguro que realizaré el segundo intento.
Del 22 de mayo a la madrugada del 2 de junio leí una novela de Jorge Alberto Gudiño Hernández: Con amor, tu hija. El autor es conductor, junto con su esposa Mayra González, del programa de análisis literario “La tertulia” (viernes, 9 de la noche, 1110 AM). Fue en ese espacio donde supe de la existencia de la obra. Interesante ejercicio del crítico (Alberto Gudiño) que deja de serlo para convertirse en objeto de crítica.
Con amor, tu hija, nos narra la relación incestuosa de un viejo escritor y su única hija. Él vive solo en una isla y cada año recibe la visita de Emily (su hija). Ella casi siempre lo ha visitado acompañado del novio en turno, nunca el mismo, pero en esta ocasión la acompaña Antonia, una amiga. El escritor se da cuenta de la relación lésbica de Emily y Antonia, y, aunque no deja de sorprenderle tal situación, trata de mantenerse al margen de ello.
Antonia llama la atención del escritor. Digamos que le gusta, pero poco a poco comienza a comparar a la propia Antonia con Emily, y llega a la conclusión que su hija es más bella, con mayores atractivos de mujer que la amiga. Por ello, él trata de alejarse de la pareja para no “caer en tentación”, busca continuar la escritura de su nueva novela, que por cierto su editor le exige cada vez con mayor urgencia. Pero la vida, destino, circunstancias le tienen deparada una sorpresa.
A la vez de ser testigos de esta historia central y “real”, leemos la novela más prestigiada del escritor: Bajo la sombra blanca del abedul, una ficción (que se desarrolla en Japón) que es, también, interesante. Aunque el propio escritor consigna que todos sus críticos coinciden en que se trata de una mala obra literaria.
Del 3 al 24 de junio le hinqué el diente a Canción de tumba, de Julián Herbert. Aquí también asistimos a un relato autobiográfico que tiene como centro la historia de Guadalupe Chávez, prostituta y madre del narrador.
Relato por demás sugestivo que registra los últimos días en la vida de Guadalupe, y que, al mismo tiempo, nos permite ver la vida del narrador: de niño a adulto. Sus carencias, temores, traumas, vicios, relaciones amorosas, lugares de residencia… que se tejen en función de las actividades y personalidad de su madre.
Novela más que recomendable ambientada en el México actual, dominado en gran medida por las pugnas del narcotráfico.
La tejedora de sombras, de mi amigo Jorge Volpi, la leí del 24 de junio al 10 de julio. Sólo quiero dejar consignado que la leí, que fui seducido por la historia de Christiana y sus rejuegos amorosos.
La novela de Pedro Ángel Palou: El impostor, la verdadera historia de San Pablo, el espía que se convirtió en apóstol, fue recorrida en sus 372 páginas del 11 al 24 de julio. Más que interesante historia que nos sitúa en los inicios del cristianismo. Desde muy pequeño supe que el 29 de junio se celebra el día de san Pedro y san Pablo. Así es que supuse, durante muchos años, que Pedro y Pablo habían sido apóstoles de Jesús, grandes amigos que generaban ideas complementarias, ejemplos de trabajo en equipo.
Sin embargo, después de leer la novela de Palou, llego a la conclusión de que si por ellos fuera no tolerarían ser festejados el mismo día. Pablo, a diferencia de Pedro, no fue discípulo de Jesús. Más bien, fue perseguidor de los apóstoles de Jesús. Su propósito era exterminarlos y las circunstancias, poco a poco, lo fueron llevando a convertirse en un puntal de la naciente iglesia católica. El impostor es, sin duda, una de las mejores novelas que he leído en los últimos dos años.
III.
Del 24 de julio al 3 de agosto leí La librería de las nuevas oportunidades, de Anjali Banerjee. A ciencia cierta no sé la razón por la que leí este libro. Quizá porque se trata de una novela que tiene a los libros como uno de sus personales. Quizá me sedujo la información de la contraportada: “La librería de las nuevas oportunidades es a la vez una fábula romántica y un homenaje a la buena literatura, porque a menudo es ahí, en las páginas amarillentas de un libro olvidado, donde están las palabras que pueden cambiar nuestra vida”.
Antología de la crónica latinoamericana actual, Darío Jaramillo Agudelo, ed., leída del 15 de agosto a 24 de octubre. Este libro es de largo aliento. Reúne en sus 650 páginas una buena cantidad de crónicas actuales, de esas que no necesitan ser descritas porque su única magia está con la lectura. La importancia de este texto es que se trata de un ejemplar de transición personal: Lo inicié estando aparentemente sano y lo terminé acostado en la cama 19 de terapia intensiva, hospital de cardiología del Centro Médico.
Axilas y otras historias indecorosas, Rubem Fonseca, leído del 3 al 7 de septiembre. Estos cuentos nos permiten constatar, una vez más, la magia creativa y narradora de Fonseca.
Del 18 al 29 de septiembre mis ojos recorrieron Justicia, del ahora polémico abogado Gerardo Laveaga. Interesante novela basada en el funcionamiento del sistema de justicia mexicano. Los culpables andan sueltos.
El error de la luna, de Héctor Aguilar Camín, entretenida novela que leí del 30 de septiembre al 3 de octubre. No alcanza los rasgos de genialidad de Morir en el Golfo, pero nos permite inmiscuirnos en los secretos de la familia Gonzalbo.
La emoción de las cosas es un libro autobiográfico de Ángeles Mastretta, pero lo cuenta con tal genialidad que bien podemos creer que se trata de una novela de la que ella, Ángeles, es la protagonista. Lo inicié el 7 de octubre, y lo concluí el día 25 del mismo mes, cómodamente instalado en la cama 19 de terapia intensiva, hospital de cardiología del Centro Médico. Mis ojos leían mientras mi corazón se debatía entre latir o no.
Vivir, de Julio Scherer García, lo leí del 26 al 31 de octubre de 2012, recostado en la cama 327 del hospital de cardiología del CMNSXXI. En esos días aciagos de incertidumbre, estudios, medicinas, sueros, inyecciones, visitas, oraciones, mensajes, buenas vibras, esperanza… Nuevamente, la pluma mágica de Scherer recrea importantes momentos de la vida nacional de los que él fue testigo, así como anécdotas con personajes políticos y culturales de nuestro país. Fiel a su estilo, el escritor-periodista lanza certeros dardos que despiertan muchas preguntas y muchas posibles respuestas en la mente del lector.
Del 1 de noviembre al 15 diciembre de 2012 no tengo registro de algún libro iniciado y concluido. Seguramente leí alguno, pero la memoria me falla. Lo que sí recuerdo es que mis ojos leyeron algunas líneas o capítulos de Leo, luego escribo, de Mónica Lavín. De la misma autora: La casa Chica. Dos de Carlos Fuentes: La silla del águila y Federico en su balcón (novela póstuma). Fallas de origen, de Daniel Krauze. También dos libros de “recomendaciones” para escritores: Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa; y El novelista ingenuo y el sentimental, de Orhan Pamuk. Por alguna extraña razón no les di fin, pero les aseguro que poco a poco les contaré qué sucede en algunas de estas obras.
Brama, de Daniel Miklos, la leí el domingo 30 de diciembre mientras acompañaba a mi hija, Sofía, que se encontraba internada en un hospital de la colonia Roma. Una neumonía la tuvo enclaustrada los últimos días de 2012 y los primeros de 2013. Brama es un ejercicio literario más que sugerente. Sólo diré que me impactó leer esta muy buena historia narrada por siete voces.
Del 16 de diciembre de 2012 al 15 de enero de 2013 me deleité con la lectura de Yo, la peor, de Mónica Lavín. Novela sobre la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. Extraordinario relato que reconstruye los días de la Décima Musa y su lucha constante en un mundo de varones. Fue para mí una de esas historias que no quieres dejar de leer.
Termino este separador con Juegos de alcoba. Usos y costumbres eróticos, de Rocío Barrionuevo (leída del 22 de febrero al 10 de marzo). Interesante y muy bien documentado recorrido por la literatura erótica de todos los tiempos, actividad de escritura que, finalmente, refleja y reproduce lo que sucede en la vida social. Si leer es un placer, leer literatura erótica es un doble placer.
José Antonio Galván Pastrana
Este separador comenzó a ser escrito el 28 de julio de 2012. Se iba a titular Cinco lecturas, cinco. Abarcaba ese número de libros. Por alguna extraña razón se quedó durmiendo el sueño de los justos y no fue publicado. Los días pasaron y mis astros personales se dislocaron. Empezaron los acontecimientos inesperados. Ahora retomo lo que ya había escrito y relaciono las lecturas que se fueron sucediendo en el tiempo.
Sin duda, deberé cambiar la estrategia redactora, pues pareciera que cada vez tengo menos tiempo para llevar el registro pormenorizado de mis haceres lectores. Sin mayores pretensiones de análisis, solamente dejaré constancia de los libros leídos. Espero que mis lectores apoyen esta iniciativa.
II.
Esta tarde-noche, lluviosa, del 28 de julio de 2012 me he propuesto dejar encerrada la pereza y acabar con el clásico “mañana lo hago”. Quiero darme la satisfacción de escribirle a mis dos lectores. De volver a esta actividad de amanuense que me acerca a ustedes.
Ya pasaron las elecciones. Ahora nos encontramos en el tiempo poselectoral en el que lo único claro es que nuestro próximo presidente será un hombre alejado de la lectura, un ignorante de los placeres que produce el ir pasando la vista, poco a poco, por los surcos escritos. Octavio Paz decía que los políticos debían leer poesía para sensibilizarse y ser mejores personas. Hoy nos queda claro que no sólo poesía sino literatura en sus diversos géneros.
Como ustedes saben, yo prefiero la novela. Por ello, en esta ocasión les comparto brevemente mis últimas cinco experiencias. La primera es La edad de la punzada, de Xavier Velasco. La recorrí del 15 de abril al 21 de mayo. Se trata de un texto autobiográfico, Xavier nos cuenta en 406 páginas sus días de los 14 a los 17 años. Su desapego a la escuela, su vida de burgués empecinado en tener una moto (luego, un auto), sus mundos escolares y de barrio, sus enamoramientos y sus frustraciones amorosas.
Al protagonista, Xavier, el mundo le queda chico. Irse de pinta es una de sus mayores ambiciones, así como burlarse de todo lo que tenga que ver con la autoridad. Hacerse de lo material para presumirlo con sus compañeros y amigos es su máxima recompensa. El estudio le aburre, por ello escapa de él para tratar de conquistar a más de dos, o descubrir los placeres sexuales en revistas pornográficas, primero, y después en un cabaret.
Buena parte del relato es reiterativo, incluso previsible. Pero todo cambia cuando un suceso en la vida del padre de Xavier (quien tiene el mismo nombre) lleva al protagonista a darle un nuevo sentido a su existencia. Si bien su concepción del mundo no sufre grandes transformaciones, sí empieza a verse con otros ojos.
Esta es la primera lectura completa que hago de una obra de Velasco. El primer intento fue Diablo guardián, pero la abandoné por ahí del primer cuarto, aunque muchos me han dicho que sí vale la pena. Cuando acabe de leer las 486 obras que tengo pendientes, les aseguro que realizaré el segundo intento.
Del 22 de mayo a la madrugada del 2 de junio leí una novela de Jorge Alberto Gudiño Hernández: Con amor, tu hija. El autor es conductor, junto con su esposa Mayra González, del programa de análisis literario “La tertulia” (viernes, 9 de la noche, 1110 AM). Fue en ese espacio donde supe de la existencia de la obra. Interesante ejercicio del crítico (Alberto Gudiño) que deja de serlo para convertirse en objeto de crítica.
Con amor, tu hija, nos narra la relación incestuosa de un viejo escritor y su única hija. Él vive solo en una isla y cada año recibe la visita de Emily (su hija). Ella casi siempre lo ha visitado acompañado del novio en turno, nunca el mismo, pero en esta ocasión la acompaña Antonia, una amiga. El escritor se da cuenta de la relación lésbica de Emily y Antonia, y, aunque no deja de sorprenderle tal situación, trata de mantenerse al margen de ello.
Antonia llama la atención del escritor. Digamos que le gusta, pero poco a poco comienza a comparar a la propia Antonia con Emily, y llega a la conclusión que su hija es más bella, con mayores atractivos de mujer que la amiga. Por ello, él trata de alejarse de la pareja para no “caer en tentación”, busca continuar la escritura de su nueva novela, que por cierto su editor le exige cada vez con mayor urgencia. Pero la vida, destino, circunstancias le tienen deparada una sorpresa.
A la vez de ser testigos de esta historia central y “real”, leemos la novela más prestigiada del escritor: Bajo la sombra blanca del abedul, una ficción (que se desarrolla en Japón) que es, también, interesante. Aunque el propio escritor consigna que todos sus críticos coinciden en que se trata de una mala obra literaria.
Del 3 al 24 de junio le hinqué el diente a Canción de tumba, de Julián Herbert. Aquí también asistimos a un relato autobiográfico que tiene como centro la historia de Guadalupe Chávez, prostituta y madre del narrador.
Relato por demás sugestivo que registra los últimos días en la vida de Guadalupe, y que, al mismo tiempo, nos permite ver la vida del narrador: de niño a adulto. Sus carencias, temores, traumas, vicios, relaciones amorosas, lugares de residencia… que se tejen en función de las actividades y personalidad de su madre.
Novela más que recomendable ambientada en el México actual, dominado en gran medida por las pugnas del narcotráfico.
La tejedora de sombras, de mi amigo Jorge Volpi, la leí del 24 de junio al 10 de julio. Sólo quiero dejar consignado que la leí, que fui seducido por la historia de Christiana y sus rejuegos amorosos.
La novela de Pedro Ángel Palou: El impostor, la verdadera historia de San Pablo, el espía que se convirtió en apóstol, fue recorrida en sus 372 páginas del 11 al 24 de julio. Más que interesante historia que nos sitúa en los inicios del cristianismo. Desde muy pequeño supe que el 29 de junio se celebra el día de san Pedro y san Pablo. Así es que supuse, durante muchos años, que Pedro y Pablo habían sido apóstoles de Jesús, grandes amigos que generaban ideas complementarias, ejemplos de trabajo en equipo.
Sin embargo, después de leer la novela de Palou, llego a la conclusión de que si por ellos fuera no tolerarían ser festejados el mismo día. Pablo, a diferencia de Pedro, no fue discípulo de Jesús. Más bien, fue perseguidor de los apóstoles de Jesús. Su propósito era exterminarlos y las circunstancias, poco a poco, lo fueron llevando a convertirse en un puntal de la naciente iglesia católica. El impostor es, sin duda, una de las mejores novelas que he leído en los últimos dos años.
III.
Del 24 de julio al 3 de agosto leí La librería de las nuevas oportunidades, de Anjali Banerjee. A ciencia cierta no sé la razón por la que leí este libro. Quizá porque se trata de una novela que tiene a los libros como uno de sus personales. Quizá me sedujo la información de la contraportada: “La librería de las nuevas oportunidades es a la vez una fábula romántica y un homenaje a la buena literatura, porque a menudo es ahí, en las páginas amarillentas de un libro olvidado, donde están las palabras que pueden cambiar nuestra vida”.
Antología de la crónica latinoamericana actual, Darío Jaramillo Agudelo, ed., leída del 15 de agosto a 24 de octubre. Este libro es de largo aliento. Reúne en sus 650 páginas una buena cantidad de crónicas actuales, de esas que no necesitan ser descritas porque su única magia está con la lectura. La importancia de este texto es que se trata de un ejemplar de transición personal: Lo inicié estando aparentemente sano y lo terminé acostado en la cama 19 de terapia intensiva, hospital de cardiología del Centro Médico.
Axilas y otras historias indecorosas, Rubem Fonseca, leído del 3 al 7 de septiembre. Estos cuentos nos permiten constatar, una vez más, la magia creativa y narradora de Fonseca.
Del 18 al 29 de septiembre mis ojos recorrieron Justicia, del ahora polémico abogado Gerardo Laveaga. Interesante novela basada en el funcionamiento del sistema de justicia mexicano. Los culpables andan sueltos.
El error de la luna, de Héctor Aguilar Camín, entretenida novela que leí del 30 de septiembre al 3 de octubre. No alcanza los rasgos de genialidad de Morir en el Golfo, pero nos permite inmiscuirnos en los secretos de la familia Gonzalbo.
La emoción de las cosas es un libro autobiográfico de Ángeles Mastretta, pero lo cuenta con tal genialidad que bien podemos creer que se trata de una novela de la que ella, Ángeles, es la protagonista. Lo inicié el 7 de octubre, y lo concluí el día 25 del mismo mes, cómodamente instalado en la cama 19 de terapia intensiva, hospital de cardiología del Centro Médico. Mis ojos leían mientras mi corazón se debatía entre latir o no.
Vivir, de Julio Scherer García, lo leí del 26 al 31 de octubre de 2012, recostado en la cama 327 del hospital de cardiología del CMNSXXI. En esos días aciagos de incertidumbre, estudios, medicinas, sueros, inyecciones, visitas, oraciones, mensajes, buenas vibras, esperanza… Nuevamente, la pluma mágica de Scherer recrea importantes momentos de la vida nacional de los que él fue testigo, así como anécdotas con personajes políticos y culturales de nuestro país. Fiel a su estilo, el escritor-periodista lanza certeros dardos que despiertan muchas preguntas y muchas posibles respuestas en la mente del lector.
Del 1 de noviembre al 15 diciembre de 2012 no tengo registro de algún libro iniciado y concluido. Seguramente leí alguno, pero la memoria me falla. Lo que sí recuerdo es que mis ojos leyeron algunas líneas o capítulos de Leo, luego escribo, de Mónica Lavín. De la misma autora: La casa Chica. Dos de Carlos Fuentes: La silla del águila y Federico en su balcón (novela póstuma). Fallas de origen, de Daniel Krauze. También dos libros de “recomendaciones” para escritores: Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa; y El novelista ingenuo y el sentimental, de Orhan Pamuk. Por alguna extraña razón no les di fin, pero les aseguro que poco a poco les contaré qué sucede en algunas de estas obras.
Brama, de Daniel Miklos, la leí el domingo 30 de diciembre mientras acompañaba a mi hija, Sofía, que se encontraba internada en un hospital de la colonia Roma. Una neumonía la tuvo enclaustrada los últimos días de 2012 y los primeros de 2013. Brama es un ejercicio literario más que sugerente. Sólo diré que me impactó leer esta muy buena historia narrada por siete voces.
Del 16 de diciembre de 2012 al 15 de enero de 2013 me deleité con la lectura de Yo, la peor, de Mónica Lavín. Novela sobre la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. Extraordinario relato que reconstruye los días de la Décima Musa y su lucha constante en un mundo de varones. Fue para mí una de esas historias que no quieres dejar de leer.
Termino este separador con Juegos de alcoba. Usos y costumbres eróticos, de Rocío Barrionuevo (leída del 22 de febrero al 10 de marzo). Interesante y muy bien documentado recorrido por la literatura erótica de todos los tiempos, actividad de escritura que, finalmente, refleja y reproduce lo que sucede en la vida social. Si leer es un placer, leer literatura erótica es un doble placer.
José Antonio Galván Pastrana
Colonia
Moderna
10
de marzo de 2013
2 comentarios:
Sígale dando con todo a la lectura profe! Saludos desde el tambo de Don Gato
Hola,
He llegado a tu blog gracias a un comentario que hiciste a la convocatoria del concurso de ensayo de Letras Libres.
En un documental sobre Bolaño se habla de una especie de categorías de escritor, el escritor que lee o el lector que escribe. Creo que tú perteneces alegremente a la segunda, y me da mucho gusto encontrar tu blog porque se me hace interesante hallar a alguien que sinceramente comparte sus encuentros literarios.
No estás haciendo crítica ni ensayo, escribes sinceramente y me sorprende (y siento envidia) que alguien pueda leer tanto y libros tan largos en tan poco tiempo (ya luego podrás buscar en la red el texto, en inglés, Why finish books? de Tim Sparks; que inevitablemente evoqué debido a los libros que confiesas no has terminado).
Yo vivo siempre en asfixiante doble vida: mi trabajo me secuestra el tiempo que debo, necesito y me urge dedicar a la literatura. no puedo leer tanto como tú y mucho menos he hallado el sistema adecuado para escribir diario, como recomiendan una y otra vez escritores tan disímiles como Stephen King o Patricia Highsmith. Sin embargo, reconozco en tus palabras la emoción de los grandes hallazgos (como cuando compartes tus lecturas de Fadanelli) y los momentos "de vida" que agarran un toque casi mórbido al ser aderezados con una lectura que, muchas veces, es un símil de lo que vivo (me refiero a tu lectura de Scherer al estar en el hospital).
Eres un lector que escribe, y hacen falta de esos, porque partes de un universo que, supongo, cada vez es más distante del real en el que, aparentemente, vivimos; sin embargo, yo pienso que no debes hacer crítica o reseña sino crónica, en verdad tienes un aire de sinceridad que valdría la pena leer. Bueno, yo lo leería.
Saludos,
R.
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