viernes, 9 de diciembre de 2016

Jorge Volpi, Examen de mi padre

 
 



Estimado Jorge,
El pasado 10 de noviembre concluí la lectura de tu más reciente libro Examen de mi padre (Alfaguara, 2016, 289 pp.). Como te lo hice saber en un mensaje anterior, la publicación de esta obra (que me encontró en la Gandhi Mauricio Achar el 27 de agosto) coincidió con la muerte de mi madre (7 de septiembre). Con seguridad ese suceso tan personal en mi vida me permitió darle otro sentido a la lectura de tu texto.
 
Leía y tus letras repasaban y repensaban la vida y los haceres de tu padre, mientras mi mente imaginaba la vida y los haceres de mi madre, tan diferentes a los de tu progenitor. Ella y él sólo coincidieron en el tiempo y el macrolugar: fueron durante muchos años habitantes de la misma delegación en la Ciudad de México.
 
De tu obra Examen de mi padre, rescato y destaco tu inagotable manantial de creatividad que te lleva a trastocar, sin miedo ni rubor, diversos géneros: ¿en cuál la podemos encasillar?
 
Por momentos es un relato biográfico que tiene un personaje: el doctor Volpi, médico cirujano nacido en 1932 y fallecido en 2014, al que sometes al bisturí de tu análisis en dos ámbitos: el desempeño de su vocación profesional y el cumplimiento de su rol como esposo y padre.
 
A ese relato biográfico lo acompaña otro, uno autobiográfico: te haces presente en todo momento. Expones las múltiples influencias que tuvo tu padre sobre tu persona y tu educación. Rescato lo que llamas su mayor herencia: tu gusto por la música y una de tus más grandes frustraciones: no haberte podido dedicar a ese arte. Aunque también fue fundamental para disfrutar de la pintura y de la literatura y tu gozo por contar, entre muchas otras.
 
Para exponer ambos relatos, te vales de un recurso ampliamente creativo: retomas partes del cuerpo humano y las relacionas con las tareas de tu padre como médico. Nos presentas diez lecciones (y aquí es necesario anotar que incursionas en el terreno de la divulgación científica, pues explicas de manera clara y comprensible cómo es que funciona cada una de esas partes): el cuerpo humano y su anatomía, el cerebro, la mano, el corazón, el ojo, el oído, los genitales, la piel, las piernas y el hígado.

Por si eso no fuera suficiente, hilvanas la vida y los ideales de tu padre con su responsabilidad social y su amor a México (su vida de austeridad y su vocación de servicio, sujetas a su salario como médico en el sector público y a su trabajo vespertino como supervisor de higiene escolar). Esta es la puerta de acceso para entrar y tocar las llagas más abiertas de nuestro presente nacional: te vales del ensayo para acercarte al México podrido del que también fue testigo tu padre (y mi madre): los desaparecidos de Ayotzinapa; el narco instaurado como un poder de facto; la vuelta al pasado reciente y su repaso: el conflicto del 68, las polémicas elecciones del 88, los daños que Salinas de Gortari le causó al país; el caso de Rosa Verduzco “Mamá Rosa”, y su tarea “humanitaria” en Zamora, Michoacán (en este apartado te preguntas: “¿hasta dónde quien ama —el padre, la madre, el enamorado— permite que el otro sea eso, otro, y no una simple prolongación de su amor o su deseo? ¿Cómo se produce esa obsesión amorosa que lleva a creer que el amado depende de nosotros —y nosotros de él—, que sólo él o ella nos dan sentido y que necesitamos convertirlos en parte de nosotros negándoles cualquier autonomía?”); la exploración sobre la doble moral católica, coronada en uno de sus mayores resultados y, a la vez, una de sus máximas vergüenzas: Marcial Maciel; el caso de la guardería ABC y los 49 niños que perdieron la vida, además de las decenas de infantes que resultaron con lesiones de por vida; los cambios en la Ciudad de México, que en aras de hacerla más funcional y transitable se ha vuelto más congestionada en inmóvil…
 
Pues sí, Jorge, tu padre y mi madre caminaron sus vidas del México posrevolucionario de los años 30 del siglo pasado al México podrido (el adjetivo es tuyo) dominado por la corrupción y el narcotráfico de las primeras décadas del siglo XXI. Ahora ellos habitan el mundo de los muertos y nosotros seguimos en éste, el llamado de los vivos.
 
La lectura nos hace libres y felices.
José Antonio Galván Pastrana
Ciudad de México
24 noviembre - 8 diciembre 2016

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Profe Pastrana, en momentos aciagos leer lo que escribes me brinda un recuerdo de lo sustancial de la vida.

Carlos Alberto Cruz Villar