A Sofía, porque mañana cumple
un año más de vida
y uno más de hacerme un padre orgulloso y feliz.
Esta mañana, mientras esperaba mi
desayuno, concluí la lectura de La noche
de la Usina, ganadora en el 2016 del Premio Alfaguara de novela (362 pp.).
En los últimos años, Sacheri ha
sido para este amanuense una gran revelación. La primera novela que leí de él
fue Ser feliz era esto (2014), y me
convenció la sencillez y la ternura de la historia. Luego, he leído de manera
desordenada cuentos y artículos de ese escritor argentino que forman parte de
sus libros Papeles en el viento
(2011), La vida que pensamos (2014) y
Las llaves del reino (2016).
Ahora reafirmo mis conceptos sobre
este autor. La noche de la Usina es
una historia que desde las primeras páginas nos anuncia su desarrollo y culminación.
No por eso pierde su encanto. Sólo nos da a los lectores la comodidad de
recorrerla con gusto y calma, para encontrar lentamente las claves que ya
habían sido reveladas.
Dice el acta del jurado del XIX Premio
Alfaguara de novela:
[…] se trata de una emocionante
historia situada en un pequeño pueblo [O’Connor] provincia de Buenos Aires a
principios de nuestro siglo, justo antes de que el gobierno de Fernando de la
Rúa imponga el «Corralito» financiero y bloquee las cuentas bancarias. Un grupo
de amigos —personajes inolvidables todos ellos—, que ha sido estafado, decide
recuperar su dinero y su dignidad tomando la justicia por su mano. Es una
novela coral, ágil y emotiva, con muchos ingredientes de lo mejor del thriller y el western.
Lo que no dice el acta es que los
personajes no sólo son inolvidables sino entrañables. Incluso uno que aparece
en el prólogo de la novela, Arístides Lombardero, que era un narrador genial
para contar historias originales e irrepetibles en las presentaciones que el
Circo de los Hermanos Lombardero hacía en O’Connor. Las historias eran
precedidas por una prolepsis. Si Arístides hubiera contado La noche de la Usina:
Diría que en ella hay un villano,
un accidente de autos y un gerente de banco que huye pero termina alcanzado por
la muerte. Un tipo que sumerge una topadora en la parte más profunda de la
laguna y un muchacho que escapa para siempre. Una chica enamorada, unos cables eléctricos
enterrados a lo largo de kilómetros y un hombre que llora porque sabe que jamás
será feliz. Un albañil rencoroso a punto de morir y una estación de servicio en
el empalme de la ruta. (p.14)
En La noche de la Usina conocemos a Perlasi, un exfutbolista talentoso
y triunfador esposo de Silvia y padre de Rodrigo, que al finalizar su carrera deportiva
regresa a O’Connor y se convierte en una especie de líder de esta historia. A
Lorgio y a su hijo Hernán, un muchacho rebelde que, sin duda, será el ganador
en este affaire. A los hermanos
López, José y Eladio. A los viejos Fontana, Medina y Belaúnde.
El papel de villanos lo jugarán Fortunato
Manzi y Alvarado, quienes aprovecharán para sí la situación económica que vivió
Argentina en el 2001 y que se conoce genéricamente como “el corralito”.
Si vemos a la novela desde una
perspectiva de género, diremos que es una novela casi carente de mujeres. Sólo
dos tienen acciones destacadas: Silvia, la esposa de Perlasi y Florencia, la
secretaria de Manzi y de quien está enamorado Rodrigo. La participación de
otras mujeres es apenas incidental.
Si vemos a la novela desde una
perspectiva académica, diremos que alienta el trabajo en equipo. Los hombres “buenos”
se convierten en cómplices y son capaces en llevar el proyecto hasta sus
últimas consecuencias. Cada uno aporta sus conocimientos y sus talentos. Escuchan
y siguen a su líder: Perlasi, que se convierte en el estratega de las
diferentes acciones. Se gana la voluntad de sus colaboradores y cada uno cumple
escrupulosamente el rol que le ha sido asignado.
Desde luego, la obra está preñada
de excelsos párrafos, pero yo me quedo con uno que ahora comparto con mi único
lector:
Rodrigo estira la mano y la apoya
sobre el brazo de ella. Cada vez que la vio en la oficina, cada vez que
conversó con ella, cada vez que la recordó estando lejos, hasta cuando la vio
en el café conversando con el idiota del novio, se viene preguntando, una y
otra vez, cómo será besar esos labios. Mientras adelanta el rostro hacia ella
comprende que ese, precisamente ese, es el último segundo que va a vivir, en
toda su vida, ignorando cómo es besar los labios de Florencia. (p. 358)
La lectura nos hace
libres y felices.
José Antonio Galván Pastrana
“El
Sencillito”
Colonia
Narvarte, CDMX
26 de
febrero de 2017.
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