De mediados de marzo a mediados del
abril recién terminado tuve la oportunidad de leer dos libros que recomiendo
ampliamente: Aquiles o El guerrillero
y el asesino, de Carlos Fuentes (Fondo de Cultura Económica-Alfaguara, 191
páginas), y La novela de mi padre, de
Eliseo Alberto (Alfaguara, 147 páginas).
Los dos textos comparten una
característica peculiar: son libros póstumos. El primero fue publicado en junio
de 2016, y Fuentes murió en mayo de 2012; el segundo salió a la luz en marzo de
2017, y Eliseo Alberto (Lichi) falleció en junio de 2011. De igual manera,
ambos son difíciles de encasillar en un género. Lo más fácil (pero lo más
errátil) es decir que son novelas. Sin embargo, la riqueza de su circunstancia,
su tratamiento y su composición los decanta en documentos “transgenéricos”.
I
Aquiles
o El guerrillero y el asesino es un texto histórico que combina la
crónica con la novela. Según Silvia Lemus, su esposa:
Carlos
Fuentes trabajó en el manuscrito […] durante los últimos veinte años de su
vida. Se documentó exhaustivamente, escribió distintas versiones, reorganizó
materiales, corrigió y reescribió partes completas de la obra y seguía
haciéndolo cuando le llegó la muerte. No quiso entregar el manuscrito a sus
editores mientras el conflicto armando en América Latina no llegara a su fin.
La publicación de Aquiles coincide
ahora con la que puede ser la última negociación entre la guerrilla y el
gobierno colombiano: la hora de la verdad, el fin de las cuentas pendientes, el
comienzo de la paz. (p. 7)
Aquiles, el personaje de esta obra,
es Carlos Pizarro, máximo jefe del movimiento guerrillero colombiano M-19, que el
26 de abril de 1990, cuando era candidato a la Presidencia, fue asesinado en un
avión que volaba de Bogotá a Barranquilla.
La magia de la pluma de Carlos Fuentes
nos cuenta esta historia sin necesidad de recurrir al relato de situaciones
contrastables con la realidad. Recurre a la ficción para echar a andar a sus
personajes, ahí aparece la novela, mas no se agota en la imaginación pura, pues
nos presenta a manera de crónica los retazos de una realidad asfixiante para
Colombia: la combinación de la guerrilla y el narco, que convirtieron los días
de ese país en momentos interminables preñados de incertidumbre y miedo. En
medio, la pugna entre liberales y conservadores; a las orillas, un pueblo
castigado por la pobreza y la desigualdad.
Además de Aquiles, otros personajes
se vuelven entrañables: Cástor, Pelayo y Diomedes. (En opinión de Julio Ortega —editor
de la obra— Aquiles es Carlos Pizarro; Cástor, Iván Marino Ospina; Pelayo, Álvaro
Fayad; y Diomedes, Jaime Bateman. Todos ellos fundadores y dirigentes grupo
guerrillero M-19, todos ellos asesinados (p.17)). Cada uno representa una
región geográfica de Colombia y, también, el ideal amoroso: Cástor y Amalia,
Pelayo y Agustina, Diomedes y las putas, Aquiles y Brígida.
Aquiles
o El guerrillero y el asesino es una posibilidad de homenaje lector al
más grande y encumbrado de los novelistas mexicanos del siglo XX.
II
La segunda obra de esta entrada es
del desaparecido periodista y novelista cubano Eliseo Alberto (Lichi), La novela de mi padre, aunque tampoco
podemos encasillarla en el género novela porque es una mezcla de ficción y
sorpresa, descubrimiento y añoranza, relato intimista y revelación…
Resulta que en La Habana, Cuba,
unos meses después de la muerte del poeta Eliseo Diego, su hija María Josefina
de Diego (Fefé, cuata de Eliseo Alberto) encontró en un viejo mueble un
manuscrito de lo que pretendía ser la primera novela de su padre (titulada Narración de domingo). Era un escrito de
1944 cuando el poeta tenía 24 años de edad. Fefé llamó a su hermano, quien
radicaba en la Ciudad de México, para informarle del hallazgo. Luego Lichi se
dio a la tarea de transcribir, completar y enriquecer con una especie de relato
alterno esa obra de su padre. El resultado es este libro.
El título de la obra adquiere un
doble significado: es la novela que escribió Eliseo Diego, pero también es el
relato de su vida, las páginas donde Lichi nos cuenta lo vivido con su padre. Un
párrafo ilustra la vida del poeta:
Divertimentos fue, creo no
equivocarme, la tabla de salvación que le permitió a mi padre desentenderse sin
rencores del infame solitario que había sido, al tiempo que le brindó la
oportunidad de rendir tributo a sus lecturas y homenaje a sus maestros: por sus
páginas se perciben ecos del anticuario Charles Dickens, la audaz Selma
Lagerlöf, el eterno adolescente Alain
Fournier, el tímido Aloysius Bertrand, el pirata Robert Louis Stevenson, el fantástico
Hans Christian Andersen, el viejo lobo de mar Joseph Conrad, el malencarado
Charles Perrault, el imaginario Marcel Schwob, el perverso Lewis Carroll, la
inigualable Virginia Woolf, ídolos a los que sería fiel la vida entera. Siempre
los llamó “sus amigos”: lo eran. Ellos lo acompañarían en el adiós definitivo:
papá falleció en su dormitorio, mientras leía Orlando entre los ahogos de una deficiencia pulmonar. El libro
quedó abierto sobre su pecho, en un capítulo cualquiera. Me ilusiona pensar que
Virginia acudió a la cita y lo enganchó con el garfio de un dedo, cielo arriba.
¡Ah!, ligero humo. (p. 71)
Tanto Aquiles o El guerrillero y el asesino como La novela de mi padre son resultado de ese acto extraordinario
conocido como literatura: letra y voz que nos permite conocer la vida, los
haceres, las pasiones, los ideales de personas vueltas personajes y de
personajes vueltos leyendas.
La
lectura nos hace libres y felices.
José
Antonio Galván Pastrana
Colonia Narvarte, CDMX1 de mayo de 2017
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