Estas líneas están dedicadas a la memoria de
Paco Munguía, fallecido el 10 de febrero del 2008.
Hasta siempre, mano, esta vez sí falló la torreta.
Del 24 de enero al 4 de febrero del 2008 leí esta obra de Paulo Coelho. Es la primera ―y muy probablemente la única― que leo de este autor, signado por el dedo mágico y bendito de la mercadotecnia y traducido a 63 lenguas en 150 países.
En Once minutos, Coelho desde la primera línea descubre la trama: “Érase una vez una prostituta llamada María”. Y así la puerta se abre para entrar al mundo y a la historia de esta mujer, primero adolescente y luego adulta, que por razones poco poderosas y coincidencias extremas (ésas que sólo puede acomodar la ficción vuelta literatura) decide convertirse, para decirlo eufemísticamente, en vendedora de placeres carnales.
Pero no es una prostituta cualquiera. Poco a poco se descubre como una sexoservidora intelectual, que además de escribir su diario (lo que nos permite como lectores inmiscuirnos en sus pensamientos y sentimientos más personales) es capaz de trazar la prospectiva de su vida y saber con certeza que su “ser ramera” es sólo una etapa de su vida. Así, con plena conciencia, su oficio se convierte en un medio para lograr lo que realmente desea: tener una apacible vida al lado de sus padres en una granja que ella comprará con sus ahorros.
Dos viajes marcan la existencia de María: uno a Copacabana y otro a Suiza. La parte más significativa de su historia transcurre, justamente, en este país. Ahí conoce a dos personas que jugarán un papel muy importante en su vida: Ralf y Terence. Con el primero conoce los rincones más sublimes del amor, mientras el segundo la lleva a los umbrales del sadomasoquismo.
La historia, aunque al final el autor nos asegura que está basada en un personaje de la vida real, resulta poco creíble. Demasiado rosa para comprender los haceres de María y las cuerdas que determinan su destino.
Quizá lo más rescatable sea el cálculo de que el hecho más significativo de nuestra vida erótico-sexual sólo dura once minutos, aunque Irving Wallace asegure que sólo siete.
J. Antonio Galván P.
19 de febrero del 2008
Tláhuac-Colonia Moderna
Paco Munguía, fallecido el 10 de febrero del 2008.
Hasta siempre, mano, esta vez sí falló la torreta.
Del 24 de enero al 4 de febrero del 2008 leí esta obra de Paulo Coelho. Es la primera ―y muy probablemente la única― que leo de este autor, signado por el dedo mágico y bendito de la mercadotecnia y traducido a 63 lenguas en 150 países.
En Once minutos, Coelho desde la primera línea descubre la trama: “Érase una vez una prostituta llamada María”. Y así la puerta se abre para entrar al mundo y a la historia de esta mujer, primero adolescente y luego adulta, que por razones poco poderosas y coincidencias extremas (ésas que sólo puede acomodar la ficción vuelta literatura) decide convertirse, para decirlo eufemísticamente, en vendedora de placeres carnales.
Pero no es una prostituta cualquiera. Poco a poco se descubre como una sexoservidora intelectual, que además de escribir su diario (lo que nos permite como lectores inmiscuirnos en sus pensamientos y sentimientos más personales) es capaz de trazar la prospectiva de su vida y saber con certeza que su “ser ramera” es sólo una etapa de su vida. Así, con plena conciencia, su oficio se convierte en un medio para lograr lo que realmente desea: tener una apacible vida al lado de sus padres en una granja que ella comprará con sus ahorros.
Dos viajes marcan la existencia de María: uno a Copacabana y otro a Suiza. La parte más significativa de su historia transcurre, justamente, en este país. Ahí conoce a dos personas que jugarán un papel muy importante en su vida: Ralf y Terence. Con el primero conoce los rincones más sublimes del amor, mientras el segundo la lleva a los umbrales del sadomasoquismo.
La historia, aunque al final el autor nos asegura que está basada en un personaje de la vida real, resulta poco creíble. Demasiado rosa para comprender los haceres de María y las cuerdas que determinan su destino.
Quizá lo más rescatable sea el cálculo de que el hecho más significativo de nuestra vida erótico-sexual sólo dura once minutos, aunque Irving Wallace asegure que sólo siete.
J. Antonio Galván P.
19 de febrero del 2008
Tláhuac-Colonia Moderna
1 comentario:
Ciertamente Once minutos no es el libro mejor logrado de Coelho.
Desde mi punto de vista si tiene buenos textos (aunque la mayoría basados/robados,o para que no se oiga feo, inspirados de otros autores).
Más que como novelista, lo considero uno de esos autores de libros de superación personal, o al menos así era al principio, cuando me gustaban sus libros.
De hecho desde Once minutos, se volvió aún más comercial y ahora parece obligado a sacar algo cada año, no importa lo bueno o malo que sea.
En fin, lamentablemente el primer libro que leyó de este autor fue este, como admirador de Coelho le recomendaría leer algo más clásico como El Alquimista.
Saludos, Jorge Avante
Publicar un comentario