jueves, 2 de octubre de 2008

¡2 de octubre, no se olvida!

Hoy, 2 de octubre del 2008, se cumplen 40 años de la matanza de Tlatelolco. ¿Cuánto tiempo, papel, tinta y celuloide se ha ocupado para denunciar, analizar, protestar, esclarecer, descifrar, documentar o dar testimonio de los hechos nefastos que culminaron con la masacre de la Plaza de las Tres Culturas? Publicaciones especiales de diarios y revistas, libros, libros y más libros, antologías, simposios, obras de teatro, documentales, películas, comisiones de la verdad y fiscalías… y aún no sabemos ni siquiera lo más elemental: cuántos perecieron y cuál es la responsabilidad de cada uno de los culpables. Bien podríamos decir que, incluso, se ha generado algo así como “la industria del 68”.

Es muy común que cuando hablo con mis jóvenes alumnos de algún aspecto relacionado con este momento histórico, ellos me pregunten: “¿Usted participó en el movimiento?” Supongo que me imaginan boteando o participando en mítines o pintando camiones o gritando consignas contra el gobierno. Pero en esos años yo era un infante que iba en segundo de primaria (con la maestra Aurorita Arce Pintado), y sólo recuerdo que en los recreos o en la calle libre de autos jugaba con mis cuates o con mis primos a los policías contra los ladrones, y que en ese tiempo esos personajes cambiaron por los granaderos contra los estudiantes (por supuesto, yo me apuntaba en el bando de los segundos).

Años después sí me interesé en leer la historia de esos días y algunos de mis profesores (del CCH y de la Facultad de Ciencias Políticas) habían participado en el movimiento, una estuvo en Lecumberri: Tita Avendaño. La fuente más impactante era y es el libro de Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco, con sus impresionantes testimonios orales y gráficos; leí en voz alta o declamé los versos de Memorial de Tlatelolco, de Rosario Castellanos:

¿Quiénes son los que
agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer
al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren
en el hospital?
¿Los que quedan mudos,
para siempre, de espanto?

No busques lo que no
hay: huellas, cadáveres,
que todo se lo han dado
como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora
de Excrementos.
No hurgues en los
archivos pues nada
consta en actas.
Ay, la violencia
pide oscuridad
porque la oscuridad
engendra el sueño
y podemos dormir
soñando que soñamos.
Más he aquí que toco una
llaga; es mi memoria.
Duele, luego es verdad.
Sangra con sangre
y si la llamo mía
traiciono a todos.
Recuerdo, recordemos.
Esta es nuestra manera de
ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias
mancilladas,
sobre un texto iracundo,
sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado
tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia
se siente entre nosotros.

O el Yo acuso, de Leopoldo Ayala:

Yo acuso a mi siglo donde se baila.
Yo acuso a mi siglo donde se bebe.
Yo acuso a mi siglo donde se hace
el amor voraz en diez minutos.
Yo acuso a mi siglo donde se apila a los vivos
y se abren las esclusas que queman los párpados
y se grita a los muertos
y se mata y se derriba al hombre.

Sin embargo, ningún texto tan vital como el artículo “Algún día una lámpara votiva”, escrito por el periodista José Alvarado, publicado en la revista Siempre! (número 799, del 10 de octubre del 68), rescatado por Carlos Monsiváis en su libro A ustedes les consta, antología de la crónica en México (editorial Era). Espero que los herederos del maestro Alvarado no me acusen por reproducir este artículo completo, pues por más que lo busqué en la panza de Internet, con ayuda del señor Google, sólo encontré fragmentos.

“Recuerdo, recordemos, hasta que la justicia se siente entre nosotros”, porque cuatro décadas después los rostros siguen amparados tras las máscaras y la justicia sigue caminando sola.


Algún día una lámpara votiva
José Alvarado

Iba a escribir acerca del acuerdo de las Academias de la Lengua Española sobre el uso de la X en la palabra México, por razones, según se dijo, de orden lingüístico, histórico y sentimental. Es un tema alegre y da ocasión para jugar un poco a costa de algún académico mexicano, con la mente fruncida y llena de telarañas, empeñado en escribir el nombre de nuestro país con J, al estilo de los tradicionalistas españoles y en justificar dicho empleo, sólo por mantener un modo grato a los más rancios conservadores, esos todavía partidarios de la Inquisición, de Iturbide y de Maximiliano y quienes sufren de cólicos cuando ven la efigie de Juárez o pasan por el Hemiciclo.

Iba a escribir sobre eso, con buen humor y el deseo de hacer unas cuantas travesuras con el estilo y buscar en el vocabulario algunas palabras parpadeantes. Pero a última hora sentí vergüenza ante los lectores, pues hoy, jueves 3 de octubre, a los cuarenta y un años, por cierto, de la muerte del general Serrano en Huitzilac, la tinta de los periódicos parece oler a sangre. Se alude a 24 civiles muertos anoche, durante un mitin estudiantil, en Nonoalco, más de 500 heridos y centenares de presos.

¿Qué pasa en México? ¿Se han desatado funestos males olvidados? ¿Vuelve nuestra historia a teñirse de rojo y llenarse de sombras ominosas? Abel Quezada, en su cartón de Excélsior, ofrece hoy sólo un cuadro negro y arriba una patética interrogación: ¿Por qué?

La expresiva, dramática niebla de Quezada parece ser una mezcla de confusión y de luto. Y eso, luto y confusión, es lo que flota hoy por la ciudad y, sin duda, por todos los ámbitos del país. A nadie impresiona, como hubiera ocurrido en otras circunstancias, el derrocamiento del presidente Belaúnde en el Perú por un grupo de militares. Todos somos presas del dolor y el desconcierto y a estas horas no se sabe todavía cuál será la suerte de los Juegos Olímpicos ni es posible advertir cómo será la situación nacional dentro de una semana, cuando este artículo aparezca en las páginas de Siempre!

En otros años, y en esta misma fecha, al señalar el aniversario de la matanza de Huitzilac, los comentaristas indicaban, satisfechos, la fortuna de que esos días de violencia, venganza y barbarie hubieran pasado para México y cada vez que se ha glosado un tumulto sangriento en alguna de las ciudades de la América Latina, se insistía en mostrar nuestra vida pacífica como un ejemplo en el continente y un beneficio derivado de largos y penosos sacrificios anteriores. Ahora todo ha cambiado y ya no sirven para nada las viejas palabras y las imágenes antiguas. En la Plaza de las Tres Culturas, orgullo de la nueva ciudad y muestra soberbia de nuestra historia, se ha derramado la sangre. Y es sangre de muchachos y de muchachas, de hombres y mujeres del pueblo. ¿Por qué?

La pregunta de Abel Quezada sigue sin respuesta, pues para encontrarla habría que esconder el dolor, apaciguar la ira, poner en claro el desconcierto. Y ello no es fácil en estas horas aciagas, cuando tantos cuerpos jóvenes yacen sobre planchas heladas y tantas madres con los ojos húmedos y en silencio de condena se disponen a encender velas humildes. Sólo queda, impotente, la protesta.

Había belleza y luz en las almas de esos muchachos muertos. Querían hacer de México la morada de la justicia y la verdad. Soñaron una hermosa República libre de la miseria y el engaño. Pretendieron la libertad, el pan y el alfabeto para los seres oprimidos y olvidados y fueron enemigos de los ojos tristes en los niños, la frustración en los adolescentes y el desencanto de los viejos. Acaso en algunos había la semilla de un sabio, de un maestro, de un artista, un ingeniero, un médico. Ahora sólo son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas. Su caída nos hiere a todos y deja una horrible cicatriz en la vida mexicana.

No son, ciertamente, páginas de gloria las escritas esa noche, pero no podrán ser olvidadas nunca por quienes, jóvenes hoy, harán mañana la crónica de estos días nefastos. Entonces, tal vez, será realidad el sueño de los muchachos muertos, de esa bella muchacha, estudiante de primer año de medicina y edecán de la Olimpiada, caída ante las balas, con los ojos inmóviles y el silencio en sus labios que hablaban cuatro idiomas. Algún día una lámpara votiva se levantará en la Plaza de las Tres Culturas en memoria de todos ellos. Otros jóvenes la conservarán encendida.

Ayer parecía fácil escribir acerca de la X y la J. Hoy resulta imposible pues quedó enlutada la X de México.

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
2 de octubre del 2008

27 comentarios:

Anónimo dijo...

papito!! me gusto mucho lo que esribiste. Es muy bonito el mensaje que tratasque dar.. es como lo que me decias... el pueblo que no recuerda su historia, esta condenado a cometer los mismos errores... disculpa si no soy mas extensa pero tengo muchoo que hacer!!!

Te quiero muchoo muchooo!!!

Y pronto leere todo tu bloc!!

Chinita

Anónimo dijo...

Estimado Maestro:
Por supuesto que a mi me mueve todos los recuerdos, como estudiante leí en un seminario organizado por los recien ingresados a la E.N.A.H. todo lo que estaba a nuestro alcance sobre la situación de los estudiantes en el mundo, con la idea de proponer el cambio: pedir que los maestros nos entregaran un programa de las materias, que nos dieran una bibliografía y que esta no fuera de uso exclusivo del profesor y que los alumnos no recibieramos una clase de refritos, que los estudiantes tuvieramos voz y voto en la elaboración de los planes de estudio y otras más. Otro punto importante era cuestionar en las Universidades las capacidades de los profesores como docentes, que los maestros que estaban en el aula solo porque tenían influencias que les daban las clases, y que continiuamente generacion tras generacion los estudiantes tenían que aguantar, aunque no se aprendiera nada.

Estoy de acuerdo que frente a la emergencia del país,la gravedad de el autoritarismo que se nos revelaba, lo que pasaba en las aulas universitarias era lo de menos, pero el autoritarismo en la escuela del 1968, merece unas líneas y una reflexión...quizá una comparación con lo que los profesores vivimos hoy...
Me encantó su escrito
Saludos
Sylvia

AGE dijo...

Toño, a mi al igual que a ti, no me tocó estar ahí, solo que yo ni siquiera en planes de nacimiento porque mis padres aún no se conocían.

Es indignante que a cuarenta años, hoy treintaydos de los mios, no se haya esclarecido nada. Algunos de mis tíos estuvieron en el movimiento y cuando lo platican las lágrimas no dejan de brotar de sus ojos y viene a nuestras mentes la pregunta que hizo en su momento Abel Quezada: ¿Por qué?.

Creo que desafortunadamente nosotros, el pueblo, no tendremos una respuesta verdadera, aunque "extraoficialmente" sabemos de las marranadas que nuestros gobernantes hicieron y hacen en "bienestar del pueblo" y es la justificación más sencilla a situaciones que debilitan su imagen y autoridad, ¿cuándo vamos a pedir cuentas claras?, dicen que el pueblo tiene al gobierno que merece, ¿eso nos merecemos?, ¿somos tan lacras como ellos?...

Espero que nuestro trabajo con los muchachos en la Universidad ayude a sembrar una semilla de conciencia, de ser mejores ciudadanos, de dejar a un lado la corrupción y sobre todo no dejar que se olviden estos tristes acontecimientos que marcaron la historia de nuestro MEXICO.

Toño García

Leticia Carranco dijo...

Al igual que usted, yo también era una niña. Vivía con mis queridos abuelitos maternos y con uno de mis tios (Chavo) que estaba estudiando en alguna preparatoria. En aquella época, recuerdo que mi abuelita estaba preocupada cada vez que mi tío salía y rezaba y rezaba para que regresara con bien. Mi tío llegaba con papeles que hacían enojar a mi abuelita y le pedía que ya no andubiera en esos problemas.

Aquel 2 de octubre mi tío no pudo ir al mitin porque estaba muy enfermo. Lo recuerdo muy enojado por no haber ido. Después de ese día solo recuerdo mi abuelita y a él llorando. Yo no entendía que pasaba pero sus amigos que iban a la casacon él, nunca más volvieron. Mi tío no volvió a ser el mismo después de ese día.

Hoy me parece indignante que el silencio. No solo me pregunto ¿por qué? sino ¿para qué?

Armando dijo...

Ciertamente a los 8 años poco se entiende lo que ocurre alrededor, sin embargo, ir a una escuela primaria en las cercanías de la Ciudadela, dejo huellas imborrables de esos encuentros entre estudiantes y granaderos y los temores que la situación de incertidumbre provocaba en los padres y hermanos mayores, a los que se les prohíbia salir a la calle. La memoria se traiciona cuando la emoción infantil de una olimpiada se confunde con los sucesos que nos sacudieron la conciencia y que, sólo hasta mucho tiempo después, tras lecturas y escucha de emotivas narraciones de quienes estuvieron ahí, alcanzan a dar orden a ese ró de recuerdos.

Al final, tras reflexiones, la única respuesta al por qué: el miedo. El miedo de aquel que se sabe dueño de un poder transitorio y que en su afán de dejar huella en la historia, lo consiguió en la peor forma, como asesino de su pueblo. Miedo también de aquellos que deseaban llegar al poder y a los que no les importo el precio a pagar. Miedo finalmente, el de una sociedad al cambio consciente, sin saber que la historia tiene muchas formas de imponerse.
Saludos
Raúl

Anónimo dijo...

Profesor Pastrana:

Me da gusto tener noticias suyas. Su texto me ha hecho reflexionar y hubo una parte que me impresionó:

...de esa bella muchacha, estudiante de primer año de medicina y edecán de la Olimpiada, caída ante las balas, con los ojos inmóviles y el silencio en sus labios que hablaban cuatro idiomas...

Sentí mucho coraje que a esta estudiante que silenciaron y que "hablaba cuatro idiomas" le cortaran las ALAS.

Su caso fue el de muchos estudiantes que pudieron haber hecho mucho por México.

Lamentable, realmente lamentable.

Gracias por recordarnos estos hechos que no se deben de olvidar.

Su amigo
Gerardo Acero

Anónimo dijo...

Comparto el haber leído La noche de Tlatelolco y fue algo que me impactó muchísimo. No entendía por qué tanta sangre, agresión, violencia,... lo peor es que hoy, 40 años después la situación la percibo peor, y no veo mucho para donde hacer. No me gusta lo que miro en las noticias ni escucho en la radio, no me gusta lo que leo en los periódicos, de repente prefiero mejor no enterarme de nada y trabajar desde mi trinchera, entiéndase salón de clase o terapia o talleres... buscando generar una conciencia, una sensibilidad, un motor que encender para avanzar. Gracias por lo que me permitió tu escrito remembrar.

Ileana Villamil

Anónimo dijo...

Consecuencias indirectas del 68

Las consecuencias de estos actos del gobierno nos afectan desde los más diversos ámbitos. Te cuento: A mi madre le encantaba la química y tenía gran facilidad para ello. Cuando le propuso a mi abuelito asistir a la vocacional él se negó a que asistierá, diciendo que "prefería una hija viva y no muerta, que se quedará sin estudiar". Tiempo después la metió a estudiar corte y confección en la escuela Corregidora de Querétaro (cerca de Garibaldi), así como belleza (mi madre tenía el cabello largo, le llegaba por debajo de sus caderas). Nunca le gustó lo que le impusierón. Ha pasado el tiempo y no dejo de pensar qué hubiera sido de ella si se le hubiera permitido continuar con sus estudios. Pero como todo lo que pasa nos tiene que ayudar a crecer como personas, la reflexión que me dejó todo esto es que tenemos que permitir a nuestros jóvenes buscar su sueños, finalmente de los que se trata, como algún día me lo dijiste, "se trata de hacer hombres (y mujeres) buenos".

Anónimo dijo...

Estimado José Antonio:
Como siempre es un placer leer tus escritos: filosóficos, poéticos, cultos, periodísticos... Sin duda recomendaremos tu blog a colegas, alumnos y amigos del gremio. Estamos en contacto. Un saludo afectuoso.

Hugo Sánchez G.

Anónimo dijo...

Gracias Toño por tus reflexiones, un abrazo.

Tanius

Anónimo dijo...

Compadre: Hoy Sergio Sarmiento, comentó que sólo hubo 35 muertos, que él hizo una investigación y lo que encontró es: "como nadiereclamó, oficialmente ésta cifra es la válida". Saludos

Anónimo dijo...

Querido Maestro:

El leerlo es no olvidar parte de la construcción de valores que tuvimos con usted en la Universidad.

El recordar la historia nos recuerda una corresponsabilidad ética para con nuestro presente y el futuro que forjamos ahora.

Gracias por sus líneas y por esta compañía a distancia.

Elena
Oaxaca, Oaxaca. 2 de octubre 2008

Anónimo dijo...

Sinceramente ya van 5 veces que borro este comentario, que no puedo concluir y es tan sencillo, pero pareciera que busco palabras que pretendan expresar realmente mí sentir, después de darle lectura a este espacio, sólo me resta agradecer, el tiempo y la dedicación le brinda.
Gracias por compartir.
Saludos.

Anónimo dijo...

La lectura es como vivir en otro universo. Felicidades por este espacio, que en lo personal me permite conocer más de usted y sobre todo generar mi curiosidad sobre los titulos presentados.
No crea, leí su texto del 2 de octubre, ese tema genera en mí una inmensa tristeza, no viví lo acontecido pero puedo decir como todos qué "injusticia" qué "horror", pero a diario en este país vivimos una matanza que seguimos permitiendo.

Anónimo dijo...

TÍO!! entre de metiche a leer tu blog y debo decir que me gusto mucho lo que escribiste,porque me encanta que puedas ver el lado humano de las cosas y el hecho de hacerlo y compartirlo es algo muy padre! es cierto que esta parte de la historia en México es algo que no se va a olvidar,en especial para aquellos que vivieron en carne propia algo tan terrible como lo fue el movimiento del 68.
Tantos testimonios,tantos años y aún se siguen ocultando información que conforme pasan los años seguirá y seguirá y curiosamente al pasar los años y estar en la Plaza de las 3 Culturas es algo que simplemente crea escalofrío!

Anónimo dijo...

Hola Antonio (príncipe de la niebla de Chalco):

Gracias por compartir tus pensamientos escritos, simpre los leo con interés.

Saludos cuate!!

Anónimo dijo...

Hola amigo:

Sí leo tu blog aunque nunca haya escrito un comentario en él.

Alguna vez a mí también me tocó declamar Memorial de Tlatelolco, de la gran poetisa chiapaneca... Rosario Castellanos. Esa era la presentación inicial que hacía antes de empezar a destrozar (o "reclamar" como decía una tía) su poema. No conocía el artículo de José Alvarado y las imágenes que en él dibuja se me aparecen llenas de dolor, de llanto, de desesperación, de tristeza, de coraje, de zozobra y de más dolor aún. ¿Qué habrá sido de esas madres?, ¿encontraron a sus muertos o todavía siguen oteando el aire?, ¿tenían otros hijos? Y los hermanos de los muertos ¿con quién platicaban, qué les contaban, encontraron otros confidentes?... ¿Esos padres sentirán 40 años después que la muerte de sus hijos no fue en vano?... ¿les fallamos?

Aunque hace 40 años yo ni siquiera podía caminar me siento responsable de contestar que no a la última pregunta: por sus hijos y mi hija, y toda la camada de sobrinos reales y postizos.

Un abrazo

¿Y a mi qué...? dijo...

Los comentarios ya te los externé en tiempo real por el messenger, sólo me queda, quizá agradecer nuevamente este espacio que en verdad (por lo menos a un servidor) le provoca más documentarse y leer más y más... saludos desde el punto más occidental de la república mexicana, donde se une el desierto con el mar.

Anónimo dijo...

Toño:

Me tardé en leerlo con calma, pues creo que lo amerita de principio a fin.

Gracias por compartirlo conmigo. Espero algún día aprendamos de nuestra historia y construyamos un México mejor. Es arduo el camino, pero si en alguna trinchera podemos contribuir en ello, es con los chicos con quienes compartimos cada uno de nuestros días.

Saludos.
José Martín.

Anónimo dijo...

Cuando uno está lejos de casa siempre anhela tener cerca a su gente, y se siente cada momento más orgulloso, lo sabía cuando me fui al D.F. y ahora con mayor razón.
Nosotros como nuevas generaciones de universitarios y de comunicadores, debemos de entender que en México hay mucho de donde aprender, conocer, vivir, muchos ejemplos que tomar de nuestra gente.
Existen cosas como el 2 de octubre que no me hace sentir orgullosa de los dirigentes mexicanos, pero el valor de los jóvenes hace que pueda vivir con dignidad y valentía la palabra "ser universitario".

Me encanto el escrito, GRACIAS por compartir en la distancia.

Pablo Olmos Arrayales dijo...

Querido Profesor:

Tiene tiempo que no hablamos, pero el leer su palabras es como retroceder en el tiempo y verlo frente a mi como cuando era estudiante.
Me alegro ese recuerdo.
Al terminar las líneas que escribió, el recuerdo no vivido, pero documentado, se entristeció.
Es absurdo no saber estas cosas y efectivamente, que se haya vuelto todo un producto 68.
Celebrarlo, salir, hacer pintas y ya está. Eso es lo triste.
No debemos olvidar 2 de octubre, pero tampoco debemos olvidar a los índigenas que mueren en la sierra, a los desaparecidos por cobardes secuestradores en busca de dinero, a expresidentes que prometieron cambio y se lo guardaron para ellos. No olvidemos el espíritu del 68, el de ilusión, el de lucha, el de cambio, el de crítica, el que se vivió en Europa y en América. El de las flores, el del análisis.
Salgamos a la calle no a repetir una frase aprendida, pero a demostrar que nuestro espíritu es de lucha, de cambio, de estudiantes hambrientos por un presente mejor.

Mis mejores saludos

Pablo Olmos Arrayales

Anónimo dijo...

HOLA AMIGUITO.

LA LECTURA DEBERÍA DE SER ESA PAREJA QUE SIEMPRE ESTARA CONTIGO, ES EL CONOCERSE.

ES LA PRIMERA VEZ QUE ESCRIBO Y ESPERO QUE NO SEA LA ÚNICA.

LO QUE SUCEDIÓ EL 2 DE OCTUBRE, ES EL LEGADO QUE TE DEJARON AQUELLOS QUE VISLUMBRARON UN MÉXICO LIBRE, PERO QUE COMETIERON UN PEQUEÑO ERROR: MIENTRAS ELLOS ENVIABAN MENSAJES CON MIGAJAS DE PAN, LA RESPUESTA QUE NUNCA SE PREVIO FUE CON BALAS FUTURISTAS, Y SON FUTURISTAS PORQUE AÚN ESTÁN DOLIENDO EN MUCHA DE LA SOCIEDAD QUE QUIERE UN MÉXICO LIBRE.

CUIDATE AMIGUITO

Anónimo dijo...

Hola Prof.
Visité tu blog, está apetitoso, pero corre el alto riesgo de ser adictivo y como las adicciones en estos tiempos resultan descalificadas socialmente, pues hay que extremar precauciones.
Por otro lado, con respecto al 2 de 0ctubre del año 1968, quiero comentarte que mi hermano estaba en la Vocacional 5, en la Ciudadela, y fue testigo presencial de muchos de estos acontecimientos, mi hermana la mayúscula (la más vieja de todos los hijos conocidos de mis padres pa que me entiendas), estudiaba en la Ciudad Universitaria y yo, como el menor de la misma camada, estaba cursando el 2º año de secundaria en la "célebre" ESANS (Esc. Sec. Anexa de la Normal Superior), por lo que de una y otra forma teníamos participación directa o indirecta.
Ninguno asistimos esa tarde/noche a la concentración de Nonoalco a la Plaza de las Tres Culturas,pero sí muchos de nuestros amigos y conocidos.
Recuerdo que sus ausencias crecieron como huecos en el alma, devoraron nuestra curiosidad y produjeron esa sensación de vacío espiritual que te deja la partida de un temerario e inocente guerrero anónimo, más víctima circunstancial que héroe voluntario, pero cuya falta sigue doliendo igual.
El único diario de circualción nacional que editó fotografías del evento, aunque usted no lo crea, fue el Heraldo de México, diario más bien light y "socialite", pero los que hoy se desgarran las hojas con su tinta de mala memoria, como Universal, Excélsior y todos los de esa época, callaron, obedeciendo ciegamente a la SEGOB, cuyo titular era el tristemente célebre Luis Echeverría, que paradójicamente ha acaparado más tinta e impunidad que el dolor de las muertes de los incontables muertos y desaparecidos (esos sí, mas de 300).
La otra publicación con fotos específicas fue la de la Revista "¿Por qué?", que desde entonces pasó a la clandestinidad, perseguida por el gobierno de México.
Ni siquiera el "Siempre!" tuvo los arrestos de publicar de inmediato, pero bueno, cosas del "sano periodismo".
Felicidades por tu blog.

Anónimo dijo...

Estimado Profr. Galván:

Con exactitud, no sé en "qué título" de lectura debo anexar mi comentario.

Antes que nada, debo agradecer enormemente el que por fin me haya incluido "en su lista de fans" (je, je) y comparta conmigo el placer que embarga a toda su personita al hacer esas lecturas que comenta esta vez.

Parece que adivina, en mi caso soy demasiado "perezosita" y no se me da la lectura, aunque debo decirle que entre mis propósitos para el año nuevo es enamorarme de los libros y aprender a tocar piano.

De verdad, siempre se lo he comentado, lo hecho de menos y si algo aprendí en el arte de la redacción, se lo agradezco a "sus ex barbitas" (je, je). Y ahora, nuevamente trataré de aprender y hacer de la lectura un placer.

Gracias por escribir para mí (me incluyo dentro de sus amigas), creo que no estoy "tan tirada a la calle", sus comentarios de las lecturas me resultan de gran interés.

Y es la manera en la que narra y describe; inclusive el que incluya anécdotas y en ocasiones se deje entre ver sus estados de ánimo, despierta en mí ese interés por la lectura.

Así que estaré al pendiente para aprender y aprovechar cada uno de conocimientos, experiencias y emociones que nos otorga cada lectura.

Saludos y Gracias

RBK

Anónimo dijo...

Respondo a tus comentarios tan certeros y aunque yo no iba con la Miss Juanita o quién sabe qué, sí recuerdo un poco más cerca la fecha (soy más vieja que tú, jaja) aunque no participé en nada porque salía de la secu y particular. En fin, DOS DE OCTUBRE NO SE OLVIDA NI SE DEBE OLVIDAR.

Anónimo dijo...

Gracias Sofía,

Muy impactante, muy actual, los latinoamericanos todos deberíamos estar más al tanto de estos capítulos de nuestra historia común para tener más conciencia de quiénes somos, de dónde venimos y dónde estamos. Creo que en todos nuestros países hemos tenido episodios heróicos como éste y el reconocerlos nos hace más hermanos, hermanos de sangre.

Gracias

(Por favor reenvíale este mail a tu papá).

Anónimo dijo...

tio realmente me gusta mucho como escribe, yo soy algo torpe para escribir comentarios, pero de algo estoy seguro y es que me siento muy honrado de ser un aprendiz del mago de las palabra y solo puedo decirle gracias.