Ayer fui a la
librería a comprar mi regalo del día de reyes. Me encontré con una joya recién
publicada por el FCE: "Encuentro: Octavio Paz y Julio Scherer". Al
leer el nombre de Don Julio vinieron a mi mente otros nombres: Vicente, José
Emilio, Federico, Gabriel, Carlos, Miguel Ángel. Me dije: "De aquel equipo
que fue capaz de transformar el periodismo mexicano ya sólo queda Scherer"
(léase Los periodistas, de Vicente Leñero).
Hoy por la mañana, al
trasladarme para reanudar mis labores en el IPN, Carmen Aristegui interrumpió
una entrevista radiofónica para anunciar que el portal de la revista Proceso
confirmaba la muerte de Julio Scherer. Inmediatamente me pensé en el ayer y una
certeza me inundó: ya se fueron todos.
El periodismo de hoy
sería impensable sin Julio Scherer. Pugnó por una nueva forma de hacer
periodismo en el Excélsior que él dirigió de 1968 a 1976. Por eso el gobierno
de Luis Echeverría fraguó una de las acciones más criminales en contra de la
libertad de expresión: expulsó a Scherer de la cooperativa de Excélsior y con
él se fue más de un centenar de periodistas. Gracias a ello nació una
publicación que marcó una voz discordante en medio del autoritarismo: Proceso,
dirigido por Scherer, aparecido veinte días antes de que Echeverría dejara la
Presidencia de la República. También apareció la revista Vuelta, encabezada por
Octavio Paz; el Uno más uno, de Manuel Becerra Acosta (1977); la revista Nexos
(1978)... Tiempo después La Jornada (1984).
Si bien Scherer fue
un personaje polémico por algunos de sus trabajos periodísticos (como
entrevistar al subcomandante Marcos ante las cámaras del canal de las
estrellas, o entrevistar al narcotraficante Ismael "Mayo" Zambada y
hacer la crónica del viaje para encontrarse con él), ningún crítico podrá
escatimarle la escuela que dejó gracias a sus haceres como reportero, entrevistador y
director de publicaciones.
De igual manera,
quizá de forma indirecta, Don Julio nos daba la interpretación certera de
nuestro presente. Desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Felipe Calderón, la pluma de
Scherer fue ágil para denunciar el abuso, la corrupción, el autoritarismo, el
tráfico de influencias, los conflictos de interés, el fraude y muchos otros
vicios y características de nuestras autoridades políticas. También, narró la
vida truculenta en las cárceles mexicanas o en las calles marginadas donde los
niños se vuelven delincuentes.
Para entender nuestro
presente y nuestro pasado reciente hay que leer a Scherer: Poder, historias de
familia; Los presidentes, Estos años, Máxima seguridad, La terca memoria, La
reina del Pacífico, La pareja, Niños en el crimen, Parte de guerra, Calderón de
cuerpo entero, Salinas y su imperio, Secuestrados, Vivir... También dos sobre
Chile: Allende en llamas y Pinochet, y otros muchos textos que narran pasajes
de la vida de personajes como Siqueiros o García Márquez.
Que la prosa certera
y lúcida de Scherer, y el aprendizaje que se puede obtener de sus textos sigan
siendo una escuela para los jóvenes que ahora creen que un mejor periodismo es
posible.
Hasta siempre, maestro.
7
de enero de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario