miércoles, 7 de enero de 2015

Hasta siempre, Don Julio




Ayer fui a la librería a comprar mi regalo del día de reyes. Me encontré con una joya recién publicada por el FCE: "Encuentro: Octavio Paz y Julio Scherer". Al leer el nombre de Don Julio vinieron a mi mente otros nombres: Vicente, José Emilio, Federico, Gabriel, Carlos, Miguel Ángel. Me dije: "De aquel equipo que fue capaz de transformar el periodismo mexicano ya sólo queda Scherer" (léase Los periodistas, de Vicente Leñero).
Hoy por la mañana, al trasladarme para reanudar mis labores en el IPN, Carmen Aristegui interrumpió una entrevista radiofónica para anunciar que el portal de la revista Proceso confirmaba la muerte de Julio Scherer. Inmediatamente me pensé en el ayer y una certeza me inundó: ya se fueron todos.
El periodismo de hoy sería impensable sin Julio Scherer. Pugnó por una nueva forma de hacer periodismo en el Excélsior que él dirigió de 1968 a 1976. Por eso el gobierno de Luis Echeverría fraguó una de las acciones más criminales en contra de la libertad de expresión: expulsó a Scherer de la cooperativa de Excélsior y con él se fue más de un centenar de periodistas. Gracias a ello nació una publicación que marcó una voz discordante en medio del autoritarismo: Proceso, dirigido por Scherer, aparecido veinte días antes de que Echeverría dejara la Presidencia de la República. También apareció la revista Vuelta, encabezada por Octavio Paz; el Uno más uno, de Manuel Becerra Acosta (1977); la revista Nexos (1978)... Tiempo después La Jornada (1984).

Si bien Scherer fue un personaje polémico por algunos de sus trabajos periodísticos (como entrevistar al subcomandante Marcos ante las cámaras del canal de las estrellas, o entrevistar al narcotraficante Ismael "Mayo" Zambada y hacer la crónica del viaje para encontrarse con él), ningún crítico podrá escatimarle la escuela que dejó gracias a sus haceres como reportero, entrevistador y director de publicaciones.

De igual manera, quizá de forma indirecta, Don Julio nos daba la interpretación certera de nuestro presente. Desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Felipe Calderón, la pluma de Scherer fue ágil para denunciar el abuso, la corrupción, el autoritarismo, el tráfico de influencias, los conflictos de interés, el fraude y muchos otros vicios y características de nuestras autoridades políticas. También, narró la vida truculenta en las cárceles mexicanas o en las calles marginadas donde los niños se vuelven delincuentes.
Para entender nuestro presente y nuestro pasado reciente hay que leer a Scherer: Poder, historias de familia; Los presidentes, Estos años, Máxima seguridad, La terca memoria, La reina del Pacífico, La pareja, Niños en el crimen, Parte de guerra, Calderón de cuerpo entero, Salinas y su imperio, Secuestrados, Vivir... También dos sobre Chile: Allende en llamas y Pinochet, y otros muchos textos que narran pasajes de la vida de personajes como Siqueiros o García Márquez.

Que la prosa certera y lúcida de Scherer, y el aprendizaje que se puede obtener de sus textos sigan siendo una escuela para los jóvenes que ahora creen que un mejor periodismo es posible.

Hasta siempre, maestro.

José Antonio Galván Pastrana
Colonia Moderna
7 de enero de 2015



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