martes, 21 de noviembre de 2006

Eduardo Montagner, Toda esa gran verdad

Entre el 8 y el 18 de noviembre leí esta novela. No había leído nada de este autor, es más, ni sabía de su existencia.

Una mañana me encontré esta obra con el librero que de vez en cuando toma uno de los pasillos de la UPIITA y lo inunda con sus libros técnicos y nos ofrece unas cuantas gotas de literatura.

Leí en la cuarta de forros: “Descubrí otra vez que me aterraba la posibilidad de ser en el fondo heterosexual”. Supuse, entonces, que la historia era sobre la vida de un homosexual. No me equivoqué.

Dejé que Carlo en primera persona me contara parte de su vida, quizá el trecho más significativo de su existencia. Ése que estuvo marcado por su enamoramiento hacia Paolo y su lucha interna, primero, y luego, externa, con su fetichismo. Dualidad que marca el hilo trenzado de la novela.

La vida de Carlo adquiere aires estoicos en un ambiente dominado por una especie casi natural de machismo: Belmondo, un pueblo de vaqueros enclavado en un provincia innombrada (quizá Puebla, por ser el estado de origen del escritor).

La obra nos relata las batallas del protagonista con él mismo y su relación con sus familiares cercanos: su madre y su prima Lorena, principalmente; y con aquellos con los que reafirma su tendencia sexual: Antonio, Leonel y Oliver, como vías de acceso a su meta: Paolo.

Relato intimista que no se pierde en detalles, y que presenta las reacciones de los personajes de una manera humana, poco inventada, lo que da una gran vivacidad y, lo más importante, credibilidad. Lucha interior por buscar un lugar en un microcosmos social que se opone, señala y discrimina a los otros, los "diferentes".

J. Antonio Galván P.
Zacatenco,
21 noviembre 2006

1 comentario:

Raúl Uribe dijo...

Acabo de terminar de leer la novela. Deberíamos comentarla pues me ha gustando mucho. Vale la pena.