
No fue así. Me encontré la narración unívoca de Ricardo (Ricardito, mejor dicho) y su mundo determinado por la mujer de muchos nombres, resumidos en «la niña mala». En este recorrido de Perú a París, a Tokio a Madrid, Llosa se convirtió en Rosa: escritor juvenil que resuelve de manera sencilla los lazos extendidos de la vida amorosa de los personajes.
Sin sobresaltos, fui lector por siete días (del 2 al 8 de noviembre) de esta historia que corre, capítulo a capítulo, apoyada de pocos personajes que se ajustan al objetivo literario del escritor: parir una novela de amor. Esto la convierte en un relato predecible, tranquilo, sin nudos ni tropiezos.
No estamos ante el mejor Vargas Llosa, que, al menos en esta novela, no se atrevió a superarse, ni siquiera a acercarse a su estatua de gran escritor, aunque es justo reconocerlo: tampoco la dinamitó.
J. Antonio Galván P.
8 de noviembre del 2006.
Tláhuac, D. F.
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